sábado, 28 de abril de 2018

¡Españoles!: A cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejército y Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la Patria, a los que jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la Nación os llama a su defensa. La situación en España es cada día que pasa más crítica; la anarquía reina en la mayoría de sus campos y pueblos [...]. Huelgas revolucionarias de todo orden paralizan la vida de la Nación [...]. La Constitución, por todos suspendida y vulnerada, sufre un eclipse total; ni igualdad ante la Ley, ni libertad, aherrojada por la tiranía, ni fraternidad cuando el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto, ni unidad de la Patria, amenazada por el desgarramiento territorial más que por regionalismos que los propios poderes fomentan [...]. Pero, frente a eso, una guerra sin cuartel a los explotadores de la política, a los engañadores del obrero honrado, a los extranjeros y a los extranjerizantes que directa o solapadamente intentan destruir a España. En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia; en todas las regiones, el Ejército, la Marina y las fuerzas del orden público, se lanzan a defender la Patria. La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de las resistencias que se ofrezcan. [...] Como la pureza de nuestras intenciones nos impide el yugular aquellas conquistas que representan un avance en el mejoramiento político-social, y el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestros pechos, del forzoso naufragio que sufrirán algunos ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez, y por este orden, la trilogía FRATERNIDAD, LIBERTAD E IGUALDAD. Españoles: ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!! ¡¡¡VIVA EL HONRADO PUEBLO ESPAÑOL!!! Comandante General de Canarias Santa Cruz de Tenerife, a las cinco y cuarto horas del día 18 de julio de 1936. Diario “La Tarde”, Santa Cruz de Tenerife, 18 de julio de 1936. Destinatarios: ¡Españoles!: Que sienten “el santo amor a España”. A los que en el Ejército y la Armada sirven a su Patria y han jurado defenderla hasta la muerte y ahora la Nación os llama en su defensa. La situación en España es cada día que pasa más crítica: *.- la anarquía reina en la mayoría de sus campos y pueblos. *.- las huelgas revolucionarias de todo orden paralizan la vida de la Nación. *.- la Constitución, por todos suspendida y vulnerada: *.- ni igualdad ante la Ley. *.- ni libertad, presa de la tiranía. *.- ni fraternidad (el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto). *.- ni unidad de la Patria (amenazada por el desgarramiento territorial más que por regionalismos que los propios poderes fomentan). Frente a esto: *.- una guerra sin cuartel a los explotadores de la política. *.- a los que engañan al obrero honrado. *.- a los extranjeros y a los extranjerizantes que directa o solapadamente intentan destruir a España. Ahora, es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia. En todos los lugares el Ejército, la Marina y las fuerzas del orden público, se lanzan a defender la Patria. La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de las resistencias que se ofrezcan. Nuestras intenciones: *.- no niegan los avances políticos y sociales alcanzados. *.- no se fundamentan en el odio y la venganza. *.- del necesario cambio de algunos “ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza”. Haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez, y por este orden, la *.- FRATERNIDAD, *.- LIBERTAD *.- E IGUALDAD. Españoles: ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!! ¡¡¡VIVA EL HONRADO PUEBLO ESPAÑOL!!! Comandante General de Canarias Santa Cruz de Tenerife, a las cinco y cuarto horas del día 18 de julio de 1936. Diario “La Tarde”, Santa Cruz de Tenerife, 18 de julio de 1936. La Resolución de la Comisión Constitucional del Congreso que obtuvo el voto unánime de todos los grupos parlamentarios (20 de noviembre de 2002) afirma: "Nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado, para utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes totalitarios contrarios a la libertad y a la dignidad de todos los ciudadanos, lo que merece la condena y repulsa de nuestra sociedad democrática". Asimismo, en ella se habla del deber de nuestra sociedad democrática de "proceder al reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que fueron víctimas de la guerra civil, así como de cuantos padecieron más tarde la represión franquista". Añade: "Cualquier iniciativa promovida por las familias de los afectados que se lleve a cabo en tal sentido, sobre todo en el ámbito local, deberá evitar que sirva para reavivar viejas heridas o remover el rescoldo de la guerra civil". ORIGENES DE LA GUERRA: “Una España convulsa, atormentada y caótica nadie luchaba por la democracia. Los unos porque defendían la religión, querían imponer el orden a toda costa –y algunos pretendían el mantenimiento de privilegios sociales irritantes–; los otros, porque, salvo unos pocos republicanos moderados, pretendían imponer la dictadura del proletariado. La sublevación de octubre de 1934, protagonizada por el Partido Socialista, contra el Gobierno de la República y el intento separatista de la Generalidad de Cataluña, presidida por Luis Companys, si no son el comienzo de la Guerra Civil, cuando menos constituyen el preludio de la tragedia que se avecinaba. Nadie defendía los principios y valores de la democracia liberal. Por otra parte, no ha de olvidarse el grave daño que a la convivencia hizo el laicismo furibundamente anticlerical de la II República, plasmado en la propia Constitución de 1931, que dio lugar a una sañuda persecución de la Iglesia”. "Los crímenes hechos en nombre de la revolución proletaria, por muchos agravantes que tengan, son tan execrables como los fusilamientos de los adversarios políticos perpetrados por quienes decían luchar por Dios y por la Patria. ¿Qué locura se había apoderado del pueblo español para llegar a estos extremos?". Lo cierto es que los ideales revolucionarios de unos y el espíritu de Cruzada de otros quedaron manchados por crímenes execrables cuya constatación nos debe avergonzar como españoles”. “La República habría venido con la intención de superar y remediar los males seculares de España. Fracasó por el oscurantismo de las fuerzas reaccionarias que, viendo peligrar sus privilegios, se alzaron en armas contra el pueblo. Los republicanos pudieron cometer errores; nunca, por supuesto, imputables a ellos mismos, sino derivados de la tarea ingente que abordaron (revocar, para mejor, lógicamente, la historia patria desde sus cimientos”. La conspiración preparatoria de un golpe de Estado de signo derechista tuvo diversos precedentes en los años anteriores: *.- En 1934 algunos jefes monárquicos con el gobierno fascista de Italia para recabar su apoyo y se reorganizaron fuerzas paramilitares de signo carlista. *.- A finales de 1935 altos jefes militares se reunían para estudiar la conveniencia y posibilidades de un pronunciamiento, que fue decidido como consecuencia del triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. En la preparación del levantamiento participaron militares con antecedentes republicanos (Cabanellas, Queipo de Llano). Era un ataque al Frente Popular y a las tendencias revolucionarias. Al principio Franco se mantuvo a la expectativa, uniéndose posteriormente al levantamiento. El levantamiento se vio acelerado por el asesinato de José Calvo Sotelo, jefe del derechista Bloque Nacional llevado a cabo por guardias de asalto en represalia por el asesinato del teniente Castillo. Los carlistas, que habían negociado con Mola, se incorporaron al levantamiento. *.- Como reacción, el Gobierno dispersó a los generales que consideraba más peligrosos Se inició en Melilla (17 de julio de 1936), se extendió por el protectorado marroquí y Franco asegurado su éxito en Canarias voló a Tetuán para tomar el mando de los sublevados. En la península el resultado del levantamiento fue diverso, dependiendo de la fuerza de las organizaciones político-sindicales y de las fuerzas del orden público. Fracasó en Madrid, en Barcelona, en Valencia, Asturias, Santander y el País Vasco (excepto Alava). Triunfó en Zaragoza, Sevilla, Granada, Córdoba, Navarra, Galicia, Castilla la Vieja y León “Mola había organizado un golpe militar relámpago para derribar al Gobierno y acabar con el caos existente. El poder lo asumiría un directorio militar provisional, presidido por el general Sanjurjo, que sería sustituido por un gobierno civil tan pronto como se restableciera el orden y pudiera consultarse al pueblo sobre la forma de gobierno. Hecho esto, el Ejército retornaría a los cuarteles. Pero la guerra de Mola fue un fracaso rotundo. Las cosas no salieron como preveía, y lo que iba a ser un golpe fulminante se convirtió en una larga y cruenta guerra civil. También fracasó en el terreno político, pues fue incapaz de impedir que el general Franco, además de la jefatura del Ejército, asumiera el poder civil como jefe del Estado (cuando sólo había sido nombrado jefe del Gobierno del Estado español y Jefe Nacional del nuevo partido Falange Española Tradicionalista y de las JONS), para erigirse en "caudillo" de España vitalicio, al estilo del Führer alemán, Adolfo Hitler, y el Duce italiano, Benito Mussolini. El 2 de septiembre de 1937, víspera de su trágica muerte, Mola mantuvo una tensa conversación telefónica con Franco, a quien dijo antes de colgar: "Yo no paso por eso". Se atribuye el fracaso de los planes de Mola al retraso de Franco en ponerse al frente del Ejército de Marruecos. No llegó hasta el día 19, cuando la cita era para el 17. En esos dos días el Gobierno republicano había conseguido el control de la escuadra y bloqueado los puertos de Ceuta y Melilla. Esto hizo que el paso de las tropas a la Península se demorase hasta la primera quincena de agosto. Para cuando las avanzadillas del ejército sublevado llegaron a las proximidades de la Ciudad Universitaria de Madrid, entraban en la capital las Brigadas Internacionales. Todos los intentos de tomar Madrid fueron infructuosos. La participación del carlismo navarro, cuya participación permitió a Mola resistir en el norte hasta la llegada del Ejército de África (resulta paradójico que el carlismo entrara victorioso en Madrid y perdiera la paz y acabó por diluirse en un régimen totalitario que en la práctica se situó en los antípodas de su pensamiento político)”. CARACTERES SOCIALES E IDEOLÓGICOS DE LA GUERRA: Iniciado el pronunciamiento militar, enseguida se convirtió en una contienda en la que participaron todos los sectores de la población en una verdadera lucha social e ideológica. Como reacción se produjo una revolución político-social en la zona en la que se mantuvo la legalidad republicana (¿provocó y aceleró aquello mismo que el levantamiento quería evitar ó éste fue producido por esa revolución político-social que ya se había iniciado con el triunfo del Frente Popular?). En la zona donde triunfo el pronunciamiento se produjo una reacción que fue más allá de la anulación de las reformas republicanas y de las medidas contrarrevolucionarias . Si bien en este antagonismo social no hubo delimitaciones absolutas, el alzamiento fue promovido o secundado por las clases elevadas y por gran parte de la oficialidad del ejército. El conjunto de las clases populares constituyeron la base de la resistencia republicana. La clase media quedó forzosamente dividida, básicamente por motivos ideológicos (e incluso religiosos) y de defensa de sus intereses. La gran masa proletaria, industrial y campesina, fue la gran fuerza republicana, pero también el otro bando tuvo el apoyo de los sectores populares del tradicionalismo de Navarra y otros puntos. Tampoco hubo una polarización de los partidos de derechas o de izquierdas hacia un bando u otro. Hubo miembros significativos de los primeros que se negaron a romper con la legalidad republicana. El Gobierno de la Generalidad tuvo que transigir con el predominio revolucionario de las milicias anarcosindicalistas para preservar su autonomía y, aprobado su Estatuto al estallar la guerra, la misma actuación tuvieron los nacionalistas vascos (pese a su tradicionalismo y fervor religioso). Condiciones y evolución de la guerra: Aunque inicialmente el bando gubernamental tuvo los recursos financieros y las principales zonas industriales y mineras, fueron contrarrestadas estas ventajas por: *.- la desorganización militar provocada por el estallido revolucionario. *.- las disensiones políticas en el seno de la República. Revolución social: fábricas y empresas fueron intervenidas por obreros y sindicatos, procediéndose de a colectivizaciones de distinto tipo. Lo mismo en el campo. La revolución produjo una oleada de persecuciones y asesinatos llevados a cabo por multitud de comités extremistas consideradas derechistas y, en particular, contra los miembros, edificios y bienes de la Iglesia. Poco a poco los gobiernos republicanos pudieron recuperar el control sobre la acción desordenada y autónoma de los anarquistas y otros grupos extremistas. “El ganar la guerra antes de hacer la revolución” de los comunistas los enfrentó a los anarcosindicalistas. También la fractura entre socialistas y comunistas y republicanos minaron la fuerza de los gobiernos republicanos. El final desastroso de la guerra condujo a un penoso exilio a centenares de miles de españoles de ideas izquierdistas y democráticas. Más discutido ha sido el papel jugado por la intervención extranjera: Italia y Alemania por un lado y Francia y Rusia por otro, junto a las Brigadas Internacionales. Equilibradas para unos y, por la discontinuidad y condicionamientos de la segunda, a favor de la primera. Por el contrario el bando nacionalista contó desde el principio con la adhesión de una importante proporción de la oficialidad profesional y tropas más entrenadas y disciplinadas (coloniales marroquíes y de la legión). También su articulación como Estado militarizado contribuyó a la concentración de todos sus recursos hacia la consecución de la victoria. La desorganización y multiplicidad de poderes autónomos del bando republicano frente al centralismo y fortalecimiento de un mando político fundido con el militar del bando sublevado. En el bando sublevado, la indefinición inicial, fue sustituida por la concentración del poder, la derogación de la legislación social y laboral de la República, la anulación de las iniciativas de reforma agraria, la supresión de todos los partidos y sindicatos, el establecimiento de un Estado Nacional-Sindicalista (contrario al capitalismo y marxismo), abolida la legislación laicista de la República, calificado el Alzamiento como Cruzada Nacional, establecimiento de un partido único y concentración de todos los poderes en la figura de Franco (jefe militar y político, del Estado y del Gobierno) a partir de 1938. “La operación de «rescate de la memoria histórica» se ha fundado sobre premisas falaces, se ha convenido en un ejercicio de flagrante y premeditada falsedad, que la Guerra Civil fue un conflicto entre la democracia y el fascismo; y la facción gobernante, al arrogarse la herencia de un bando presuntamente democrático, ha pretendido arrojar sobre la facción opositora la herencia fascista. Pero la triste verdad es que la izquierda española, en vísperas de la Guerra Civil, era mayormente revolucionaria y totalitaria. La Guerra Civil fue un choque de totalitarismos, contemplado con regocijo y expectación, desde Berlín y Moscú y aderezado por un elemento autóctono de atávicas rencillas cainitas. La escueta verdad es que unos y otros fueron carnaza arrojada a la trituradora de las ideologías totalitarias, pobres gentes a las que tocó pegar tiros en una u otra trinchera por razones estrictamente geográficas, pobres gentes fusiladas por crímenes tan pavorosos como estar afiliadas a un sindicato o ir a misa los domingos Conviene una memoria del perdón: la que rinde homenaje por igual a quienes murieron en Badajoz y Paracuellos, a las muchachas milicianas que apenas sabían enarbolar un fusil y a los jóvenes seminaristas que sólo habían enarbolado un crucifijo. La Guerra Civil fue un trágico fracaso colectivo del pueblo español. Decir que fue una rebelión de los fascistas contra los demócratas es simplificar las cosas y falsear la realidad, porque en la España de 1936 la democracia y los demócratas brillaban por su ausencia. Los voluntarios navarros no se sublevaron para instaurar la dictadura de Franco, sino para defender la religión y el orden. Del mismo modo, los milicianos del Frente Popular no luchaban por la democracia, sino por el triunfo del socialismo totalitario y marxista, con el que creían poder acabar con la injusticia social. Por eso los españoles de hoy debemos defender el gran valor de la Constitución de 1978, que representó el fin de las dos Españas y el comienzo de un nuevo régimen en el que todos los españoles tienen plena cabida, cualquiera que sea su concepción del mundo y el proyecto político que asuman, siempre que no traten de imponer sus ideas por medio de la violencia. La Constitución de 1978 fue el triunfo de la libertad y del espíritu de concordia. Por eso, la recuperación o conservación de la memoria histórica debe ser cosa de historiadores, no de políticos, y no debiera esgrimirse para reabrir el foso de la incomprensión y de la intolerancia. Aprendamos las lecciones de la historia, y neguémonos a repetirla. CUESTIONES COMPLEMENTARIAS: En el orden financiero, la República tenía ventaja porque controlaba las sustanciales reservas de oro del Banco de España, cuya movilización serviría como medio de pago de los suministros importados del extranjero, en tanto que sus enemigos carecían de recursos constantes análogos y sólo disponían de sus posibilidades exportadoras para obtener divisas aplicables a las ineludibles compras exteriores. Esta ventaja inicial en recursos industriales y financieros por parte de la República hizo creer a algunos de sus dirigentes que la prueba de fuerza planteada por los sublevados podría ganarse. Así lo hizo explícito Indalecio Prieto en una alocución radiada el 8 de agosto de 1936: "¿De quién pueden estar las mayores posibilidades de triunfo en una guerra? De quien tenga más medios, de quien disponga de más elementos. Esto es evidentísimo... Pues bien: todo el oro de España, todos los recursos monetarios válidos en el extranjero, todos, absolutamente todos, están en poder del Gobierno. (...) Todo el poder industrial de España... está en nuestras manos". En términos militares, los sublevados contaban con la totalidad de las bien preparadas y pertrechadas fuerzas de Marruecos (especialmente, el contingente humano de la temible Legión y de las Fuerzas de Regulares Indígenas: "los moros") y con la mitad de las fuerzas armadas existentes en la propia Península, con una estructura, equipo y cadena de mando intactos y funcionalmente operativos. El mayor problema en este ámbito residía en las dificultades de transporte del llamado "Ejército de África" a la Península (habida cuenta de la falta de flota y aviones para llevarla a cabo), motivo por el cual el general Franco había emprendido sus propias gestiones para hacer posible la empresa mediante la solicitud del apoyo aéreo italiano y alemán. El 25 de julio, desde Tetuán, Franco solicitaba nuevamente al cónsul italiano en Tánger ese apoyo ("12 aviones de transporte, 10 aviones caza y 10 aviones de reconocimiento") y daba cuenta de la favorable situación militar presente: "Franco me asegura que con tal material y con fuerzas armadas y armas de que dispone es seguro éxito". Frente a la relativa confianza militar que imperaba en el área sublevada, en la zona republicana las autoridades estaban realmente aterradas por la situación en su fuero interno. Tanto que Santiago Casares Quiroga dimitió de su cargo de jefe del Ejecutivo el mismo día 18, el republicano moderado Diego Martínez Barrio fracasó en su efímero intento de formar un gobierno para mediar con los rebeldes aquella tarde-noche y, por último y por exclusión, el azañista José Giral tuvo que sustituirlo al frente de un nuevo Gabinete exclusivamente republicano el 19 de julio de 1936. Para entonces era evidente que el Gobierno había sufrido la defección de más de la mitad del generalato y de cuatro quintas partes de la oficialidad, viéndose obligado a disolver la casi totalidad de sus unidades por decreto de aquel 19 de julio: "Quedan licenciadas las tropas cuyos cuadros de mando se han colocado frente a la legalidad republicana". Ese mismo día, muy consciente de su falta de medios y pertrechos bélicos, Giral remitía su demanda telegráfica de ayuda militar al nuevo Gabinete del Frente Popular que había asumido el poder en Francia escasamente dos meses antes. La gravedad de la situación se acentuaba porque, dada la ausencia de esos instrumentos coactivos, la defensa de la legalidad republicana había quedado en manos de milicias sindicales y populares improvisadas y a duras penas mandadas y dirigidas por los escasos mandos militares que se mantuvieron leales. Y había sido una combinación de esas fuerzas de seguridad leales y milicianos sindicales y partidistas la que había conseguido el aplastamiento de la sublevación en las grandes capitales y centros urbanos. Como reconocería después un periodista anarquista barcelonés que participó en los combates al lado de las fuerzas de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto: "La combinación fue decisiva. A pesar de su combatividad, de su espíritu revolucionario, la CNT sola no habría podido derrotar al ejército y a la policía juntos. De haber tenido que luchar contra ambos, en unas pocas horas no habría quedado ni uno de nosotros". No obstante la catástrofe que supuso la práctica disolución de su Ejército, la República pudo congratularse por retener en sus manos casi dos tercios de la minúscula fuerza aérea y algo más de la anticuada flota de guerra, cuya marinería se había amotinado contra los oficiales rebeldes y había implantado un bloqueo del estrecho de Gibraltar para evitar el traslado de las decisivas tropas marroquíes al mando del general Franco. En definitiva, aunque habían triunfado ampliamente en la España rural y agraria, el fracaso de los militares sublevados en las partes de España más modernizadas, incluyendo la propia capital del Estado (cuyo dominio conllevaba el reconocimiento jurídico internacional), les obligaba a emprender su conquista mediante verdaderas operaciones bélicas. El golpe militar parcialmente fallido devenía así en una verdadera y cruenta guerra civil. Y como ningún bando disponía de los medios y el equipo militar necesarios y suficientes para sostener un esfuerzo bélico de envergadura, ambos se vieron obligados a dirigirse de inmediato en demanda de ayuda a las potencias europeas más afines a sus postulados, abriendo así la vía al crucial proceso de internacionalización de la contienda. La distribución inicial de fuerzas materiales entre los dos bandos contendientes ofrecía, por tanto, la imagen de un empate virtual imposible de alterar con la movilización de los recursos propios y endógenos. Y nada en esa situación coyuntural hacía presagiar una victoria total o una derrota sin paliativos por parte de ninguno de ambos contendientes. Mediación internacional Más adelante, en varias ocasiones durante el despliegue cronológico del conflicto (en virtud de razones tanto internas como exteriores), tomó cuerpo como posibilidad viable la idea de una mediación internacional o una capitulación negociada para poner término al conflicto: *.- En el verano de 1937, cuando las primeras ofensivas republicanas en Brunete y en Belchite demostraron la existencia de una máquina militar con cierta capacidad de ataque y maniobra (con el consecuente desánimo italo-germano y las paralelas gestiones anglo-francesas en pro de un armisticio). *.- En el invierno de 1937-1938, cuando tuvo lugar la única victoria ofensiva republicana con la ocupación efímera de la ciudad de Teruel (en el contexto de una tensión creciente de la entente anglo-francesa ante la anunciada anexión alemana de Austria). *.- En el verano de 1938, cuando el asalto republicano en la desembocadura del Ebro desbarata el avance franquista sobre Valencia y da origen a la batalla más larga y cruenta de toda la contienda española (en vísperas de la grave crisis germano-checa que puso a Europa al borde de la guerra general). El final: Sin embargo, ni un armisticio, ni una mediación internacional, ni una capitulación negociada y condicionada pusieron término al conflicto fratricida. Y no fue así por varias razones: El presidente Azaña, ya en su exilio en Francia desde febrero de 1939, enumeró las razones de la abrumadora derrota republicana (más que los motivos de la victoria total franquista): "El presidente considera que, por orden de importancia, los enemigos del Gobierno republicano han sido cuatro. Primero, la Gran Bretaña [por su adhesión al embargo de armas prescrito por la política colectiva de No Intervención]; segundo, las disensiones políticas de los mismos grupos gubernamentales que provocaron una anarquía perniciosa que fue total para las operaciones militares de Italia y Alemania en favor de los rebeldes; tercero, la intervención armada italo-germana, y cuarto, Franco (...)". Los dos bandos combatientes en la contienda civil española tuvieron que hacer frente a tres grandes y graves problemas inducidos por la Guerra Total en el plano estratégico-militar, en el ámbito económico-institucional y en el orden político-ideológico. En gran medida, el éxito o fracaso de sus respectivos esfuerzos bélicos dependió de la acertada resolución de estas tres tareas básicas: 1º. La reconstrucción de un Ejército combatiente regular, con mando centralizado y jerarquizado, obediencia y disciplina en sus filas y una logística de suministros bélicos constantes y suficientes, a fin de sostener con vigor el frente de combate y conseguir ulteriormente la victoria sobre el enemigo o, al menos, evitar la derrota. 2º. La reconfiguración del aparato administrativo del Estado en un sentido fuertemente centralizado para explotar y hacer uso eficaz y planificado de todos los recursos económicos internos o externos del país, tanto humanos como materiales, en beneficio del esfuerzo de guerra y de las necesidades del frente de combate. 3º. La articulación de unos "Fines de Guerra" comunes y compartidos por la gran mayoría de las fuerzas sociopolíticas representativas de la población civil de retaguardia y susceptibles de inspirar moralmente a esa misma población hasta el punto de justificar los grandes sacrificios de sangre y las hondas privaciones materiales demandados por esa cruenta y larga lucha fratricida. A juzgar por el curso y desenlace de la Guerra Civil, parece evidente que el bando franquista fue superior al bando republicano en la imperiosa necesidad de configurar un Ejército combatiente bien abastecido, construir un Estado eficaz para regir la economía de guerra y sostener una retaguardia civil unificada y moralmente comprometida con la causa bélica. Y, sin duda, el contexto internacional en el que se libró la contienda española impuso unas condiciones favorables y unos obstáculos insuperables a cada uno de los contendientes. No en vano, sin la constante y sistemática ayuda militar, diplomática y financiera prestada por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, es harto difícil creer que el bando liderado por el general Franco hubiera podido obtener su rotunda victoria absoluta e incondicional. De igual modo, sin el asfixiante embargo de armas impuesto por la política europea de No Intervención y la consecuente inhibición de las grandes potencias democráticas occidentales, con su gravoso efecto en la capacidad militar, situación material y fortaleza moral, es altamente improbable que la República hubiera sufrido un desplome interno y una derrota militar tan total, completa y sin paliativos. Informe confidencial Elaborado por el agregado militar británico en España para conocimiento de las autoridades británicas: "Es casi superfluo recapitular las razones (de la victoria del general Franco). Éstas son, en primer lugar, la persistente superioridad material durante toda la guerra de las fuerzas nacionalistas en tierra y en el aire, y, en segundo lugar, la superior calidad de todos sus cuadros hasta hace nueve meses o posiblemente un año. (...) Esta inferioridad material [de las tropas republicanas] no sólo es cuantitativa, sino también cualitativa, como resultado de la multiplicidad de tipos [de armas]. Fuera cual fuera el propósito imparcial y benévolo del Acuerdo de No Intervención, sus repercusiones en el problema de abastecimiento de armas de las fuerzas republicanas han sido, para decir lo mínimo, funestas y sin duda muy distintas de lo que se pretendía". "La ayuda material de Rusia, México y Checoslovaquia [a la República] nunca se ha equiparado en cantidad o calidad con la de Italia y Alemania [al general Franco]. Otros países, con independencia de sus simpatías, se vieron refrenados por la actitud de Gran Bretaña. En esa situación, las armas que la República pudo comprar en otras partes han sido pocas, por vías dudosas y generalmente bajo cuerda. El material bélico así adquirido tuvo que ser pagado a precios altísimos y utilizado sin la ayuda de instructores cualificados en su funcionamiento. Tales medios de adquisición han dañado severamente los recursos financieros de los republicanos". [Informe del mayor E. C. Richards, de 25 de noviembre de 1938]. Un informe remitido a Berlín por el embajador alemán en España, Eberhard von Stohrer, tras la ocupación de Cataluña y en vísperas del colapso de la resistencia republicana: "Las causas de la derrota roja": "La explicación de la decisiva victoria de Franco reside en la mejor moral de las tropas que luchan por la causa nacionalista, así como en su gran superioridad en el aire y en su mejor artillería y otro material de guerra. Los rojos, todavía sacudidos por la batalla del Ebro y en gran medida lastrados por su escasez de material bélico y sus dificultades de suministros alimenticios, fueron incapaces de resistir la ofensiva". [Despacho del 19 de febrero de 1939]. La política de No Intervención (la "traición de las democracias" que tanto denunciarían los líderes republicanos) no fue la razón única y exclusiva de la victoria de Franco y de la derrota de la República. No son razonables las sencillas explicaciones unicausales y unilaterales: tan importante en el desenlace de la guerra como esa persistente inhibición de la entente franco-británica habría sido la sistemática intervención italo-germana y las limitaciones de la asistencia soviética, por mencionar sólo las dimensiones internacionales presentes y operantes en la contienda. La opinión de Rojo La estimación realizada, apenas unos meses después de terminada la contienda, por el general Vicente Rojo Lluch (1894-1966), jefe del Estado Mayor Central del Ejército Popular de la República y auténtico estratega supremo del bando derrotado. Su balance, por eso mismo, tiene especial valor testimonial al proceder de quien fuera el antagonista fundamental que tuvo Franco en el plano militar durante la contienda. A juicio del general Rojo, "las causas del triunfo de Franco" se debían a un conjunto de razones correlacionadas que atendían a varios frentes distintos: "En el terreno militar, Franco ha triunfado: 1º. Porque lo exigía la ciencia militar, el arte de la guerra. (...) 2º. Porque hemos carecido de los medios materiales indispensables para el sostenimiento de la lucha. (...) 3º. Porque nuestra dirección técnica de la guerra era defectuosa en todo el escalonamiento del mando. (...) En el terreno político, Franco ha triunfado: 1º. Porque la República no se había fijado un fin político, propio de un pueblo dueño de sus destinos o que aspiraba a serlo. (...) 2º. Porque nuestro gobierno ha sido impotente por las influencias sobre él ejercidas para desarrollar una acción verdaderamente rectora de las actividades del país. (...) 3º. Porque nuestros errores diplomáticos le han dado el triunfo al adversario mucho antes de que pudiera producirse la derrota militar. (...) En el orden social y humano, Franco ha triunfado: 1º. Porque ha logrado la superioridad moral en el exterior y en el interior. (...) 2º. Porque ha sabido asegurar una cooperación internacional permanente y pródiga". [Vicente Rojo, ¡Alerta los pueblos! Estudio político-militar del periodo final de la guerra española]. La guerra civil española como lucha militar.- Stanley G. Payne Las enormes controversias que rodean la guerra civil española -controversias aún no apagadas del todo, pese al transcurso de medio siglo-junto con la gran atención prestada a la participación y reacción internacionales, y la voluminosa producción de la intelligentsia política y literaria comprometida, han oscurecido a menudo el hecho fundamental de que la guerra española fue, en último término, una contienda militar cuyo resultado debía decidirse en términos militares, el número de investigaciones monográficas, dedicadas estrictamente al aspecto militar, no es sino una fracción de las dedicadas a los aspectos político, internacional y incluso literario. Por eso merece la pena dedicar cierta atención a los problemas militares fundamentales implicados en el conflicto, especialmente a aquellos factores que resultaron militarmente decisivos. Debido a la naturaleza limitada de la investigación monográfica, no es aún posible ofrecer conclusiones definitivas en ciertos aspectos, y mucho menos presentar estadísticas finales, incluso en lo que se refiere a problemas cruciales. Si bien ha habido negligencia en el abandono de la historia militar, se han corregido algunas de las concepciones erróneas y fórmulas propagandísticas anteriores. Por ejemplo, la división equilibrada de las fuerzas armadas entre los dos lados, al comienzo de la lucha. De hecho, la guerra civil no comenzó como un enfrentamiento «del ejército contra el pueblo», como se ha pretendido a veces, sino que las fuerzas republicanas, en ciertos casos, disfrutaban de mayores contingentes del ejército regular. Este estaba tan dividido políticamente (al menos entre los mandos de mayor edad) como lo estaba la sociedad española en general. En un principio, los insurgentes obtuvieron el control de poco más de la mitad de las unidades del ejército regular. La policía quedó también dividida por igual. Para los rebeldes fue una ventaja fundamental contar con el apoyo de Traducción: Elena R. Halffter la única élite de combate del ejército español -las unidades duras y profesionalizadas del Tercio y de los Regulares marroquíes del Protectorado, además de otras unidades mejor entrenadas estacionadas en Marruecos-. Para la República esto quedó compensado en parte -aunque sólo en parte- gracias a su control de todos los centros industriales y de los mayores depósitos de material. Por otra parte, retenía al menos el 60% del personal dé aviación, y casi dos tercios del de la marina (aunque no contaba con los oficiales navales, muchos de los cuales fueron eliminados). Durante las primeras semanas de lucha, ambos lados siguieron una política militar relativamente especializada, política que tuvo que ser alterada sustan-cialmente al ir creciendo el conflicto hasta la movilización total. La República comenzó enseguida a depender, en gran parte, de la milicia armada de los movimientos revolucionarios. Aunque las primeras columnas de combate organizadas en la zona del Frente Popular estaban constituidas, al menos en parte, por unidades del ejército regular qua habían permanecido leales, al cabo de una o dos semanas se vieron inundadas por la expansión de la milicia, y la revolución fue erosionando la confianza política y psicológica en los restos del ejército regular. El resultado fue un desastre militar. Glandes grupos de milicianos, indisciplinados y sin adiestrar, eran vencidos una y otra vez por los grupos de combate más pequeños, pero mejor entrenados y organizados, de las fuerzas regulares insurgentes. Tampoco aprovechó la República su superioridad en el mar y el aire para obtener una mayor eficacia. Es cierto que los débiles escuadrones de la aviación española, divididos como estaban, carecían de fuerza suficiente para llegar a ser un factor decisivo, pero la República, sin embargo, mantuvo durante los primeros meses un control naval decisivo en el Mediterráneo y en las costas del Sur. A causa de una estrategia inadecuada y la desorientación táctica a bordo de los barcos republicanos, debidos al reemplazo masivo de oficiales, la flota republicana no se utilizó ventajosamente, y el semibloqueo de Marruecos se rompió pronto. Los nacionales dependieron desproporcionadamente durante los primeros meses de las unidades de élite marroquíes, complehientadas con los falangistas y los grupos milicianos de derechas, así como por una movilización limitada de los nuevos reclutas del ejército. Sin embargo, entre los nacionales, la función de las fuerzas constituidas por la milicia política se lirfíitó a ser principalmente defensiva o de operaciones secundarias, y desde el principio estuvo rigurosamente subordinada a las órdenes del ejército regular. La prolongación de la lucha durante el otoño y el invierno de 1936-37 hizo necesario un proceso de movilización militar más amplio de lo que en un principio habían imaginado Franco y otros, pero hasta después del estancamiento militar en Guadalajara (marzo de 1937) no se decidió del todo Franco a adoptar la idea de masificar su ejército. La intervención extranjera y la ayuda militar h^n sido cuestiones muy controvertidas desde las primeras semanas del conflicto, y continúa siendo motivo de considerable debate. La primera ayuda extranjera le llegó a la República en forma de equipamiento militar proporcionado por Francia, en parte como continuación de contratos de abastecimiento ya existentes. Pero esta ayuda inicial francesa terminó pronto, dejando a la Unión Soviética, durante la mayor parte de la guerra, como primera fuente de aprovisionamiento, completado éste por material comprado a Checoslovaquia y a otra serie de países por agentes soviéticos y republicanos. La primera ayuda recibida por los nacionales empezó a llegar de Italia antes de finales de julio de 1936, en forma de un pequeño número de aviones, y algunas armas alemanas llegaron sólo una o dos semanas después. La fecha en que comenzó la ayuda soviética no está tan clara, por falta de documentación directa soviética, pero se suele identificar su comienzo con la llegada de grandes cantidades de material soviético a Alicante y a otros pueblos levantinos, durante la segunda mitad de octubre del mismo año. Sin embargo, la misión soviética NKVD de inteligencia militar y de actividades de la guerrilla, al mando de Or-lov, estaba ya organizada y había sido enviada antes de agosto, y existe evidencia de que alguna ayuda soviética llegó antes de octubre. Lo que está claro es que los cargamentos de octubre constituyeron el mayor movimiento de material -aparte de los aviones- hasta esa fecha, y Hitler replicó con su decisión de enviar un cuerpo completo de aviación a España, seguido por la Legión Cóndor, que se formó durante el mes de noviembre de ese año. Mussolini aumentó entonces la escalada de ayuda extranjera despachando unidades militares enteras, el primer batallón de lo que llegaría a ser, con el tiempo, una fuerza italiana de 70.000 hombres, que llegó en los primeros días de 1937. El año siguiente, 1937, fue el momento de máximo desarrollo de los dos ejércitos, aunque el gobierno republicano inició el proceso más ampliamente y con más seriedad que Franco. En efecto, durante la administración de Largo Caballero -de la que abominaron más tarde los comunistas por sus fracasos militares- se inició la organización formal del ejército popular, a lo largo de los meses de septiembre y octubre de 1936. Aunque los nacionales habían iniciado una movilización limitada de los reclutas regulares desde el principio del conflicto, Franco sólo comenzó a moverse a un nivel equivalente de movilización general seis meses después, en marzo del 37. En términos puramente numéricos, el ejército popular movilizó más hombres y organizó más unidades que los nacionales durante todo el año siguiente. Además, se mantuvieron más hombres en diversas unidades de policía armada en la zona republicana que en la nacional. El fracaso del ejercito popular no se debió, por tanto, a falta de movilización ni a desinterés por organizar un ejército regular, sino más bien a la incapacidad de llevar todo esto a cabo de un modo efectivo. A menudo se achaca el fracaso a la deficiencia de armas y de equipamiento, pero no está nada claro que la República sufriera una relativa carencia de los mismos, comparada con Franco, antes del otoño de 1937. Tal vez el fallo principal podría estar en las esferas de los mandos, del entrenamiento, y de la cohesión de las unidades en el combate. El esfuerzo bélico de la República no pudo compensar nunca, el rechazo inicial de la mayor parte de los cuadros de oficiales profesionales de que disponía durante los primeros días de la guerra. Al menos la mitad d,e los 15.000 o más oficiales del ejército regular de España, se encontraron en un primer momento dentro de territorio republicano, y de ellos sólo una minoría eran rebeldes manifiestos al principio. Sin embargo, unos 3.000 fueron rápidamente purgados y unos 1.500 ejecutados antes o después. Alrededor de otros l.ÓOO se escondieron o escaparon a zona nacional, de modo que, según cifras jde Ramón Salas Larrazábal, sólo unos 3.500 sirvieron en el ejército popular. Peor aún, desde el punto de vista de la eficacia militar, fue que la selección de oficiales y el adiestramiento del ejército popular obedeciera siempre en alguna medida a criterios políticos, y su organización nunca llegara a tener un carácter del todo profesional. Las deficiencias consiguientes en el mando, en la iniciativa y en la cohesión de las unidades de combate, no pudieron ser compensadas ni siquiera por el buen espíritu de equipo que caracterizó a muchas de las jropas republicanas durante 1936-37. El ejército de los nacionales se enfrentó a muchos problemas de este tipo, pero mantuvo en todo momento un nivel más alto de liderazgo militar y una mejor organización, lo cual reflejaba sus prioridades básicas. El ejército nacional estaba organizado sobre la base de un cuadro dé 8.000 o más oficiales profesionales. Se completaba con cientos de otros oficiales de la milicia nacional, y con un total de más de 22.000 alféreces provisionales formados en nuevas escuelas de adiestramiento de oficiales. En ciertos aspectos, la calidad de combate de las unidades nacionales se deterioró con el transcurso de la guerra, ya que la creciente escasez de oficiales profesionales más jóyenes y competentes, se compensaba sólo parcialmente con una mayor experiencia en combate. Las principales unidades nacionales, sin embargo, mantuvieron un nivel de competencia de sus mandos, de cohesión técnica y de rendimiento en el combate, más alto que el de sus oponentes republicanos. No era cuestión de inferioridad de los efectivos militares -los reclutas republicanos tenían probablemente la misma preparación física y eran, en general, tan capaces como sus oponentes nacionales, al menos hasta mediados de 1938- sino de upa mayor eficacia militar, en términos generales, de la máquina de la guerra nacional. Más decisivo incluso que la relativa superioridad en organización y calidad combativa del ejército nacional, fue el uso decidido e implacable que hizo Franco del poder naval, activamente respaldado por Mussolini. Casi inmedia tamente después de convertirse en Generalísimos en octubre de 1936, Franco optó por una política vigorosa de asalto directo a la flota republicana, siempre que hubiera ocasión de ello. Tenía una conciencia clara de la importancia de la logística y del abastecimiento, y estaba decidido a hacer todo lo posible por cor tar las fuentes republicanas de suministro de armas. Dada la pobreza inicial de la armada nacional, Franco no pudo lanzar una ofensiva general contra la flota republicana hasta el verano de 1937, cuando losj submarinos italianos y otras unidades participaron en el ataque. | En cambio, la fuerza superior de la armada republicana se limitó de principio a fin a una estrategia en gran medida defensiva y pasiva. Desde finales de 1936 a finales de 1938, la flota y la mayor parte de la aviación estuvieron bajo el control directo de consejeros soviéticos, los cuales impusieron la cauta estrategia defensiva en boga entre las fuerzas navales y aéreas soviéticas, en aquel momento. Así, los nacionales dominaron en gran medida tanto el aire como el mar, gracias en parte a las técnicas más agresivas de las unidades alemanas e italianas que les ayudaban, y a la abierta itervención de la marina italiana en el Mediterráneo durante 1937-38. Aunque jnás tarde la marina británica actuó para proteger los cargamentos neutrales durante algún tiempo, los ataques italianos y nacionales hundieron cientos de barcos republicanos y extranjeros cargados con aprovisionamientos. Hacia finales de 1937, la Unión Soviética se negó a enviar más barcos de abastecimiento por el Mediterráneo, por lo que tuvo que hacer sus envíos a través de Francia. Por todo esto, la guerra en el mar fue enseguida más desigual que en tierra. Tanto los republicanos como los nacionales comenzaron el conflicto con un acorazado cada uno, aunque los primeros contaban inicialmente con tres cruceros, mientras los segundos sólo tenían uno. Al final de la guerra ambos tenían tres. Los republicanos empezaron con una ventaja de 10 a 1 en destructores y de 12 a O en submarinos. Al final, la proporción era de 9 a 5 y de 6 a 3 respectivamente. El desarme naval republicano no consistió en la derrota y destrucción directa de sus buques de guerra (que rara vez participaron en combates importantes), sino en las pérdidas masivas ocasionadas a su flota de abastecimiento. El más completo estudio sobre la guerra civil española en el mar (del profesor Willard Frank), llega a la conclusión de que los republicanos perdieron 554 barcos de todo tipo -sólo un pequeño número de ellos era de guerra- de los cuales 144 se perdieron por la acción alemana e italiana (principalmente la italiana). Además, 106 buques extranjeros que transportaban abastecimientos para los republicanos fueron también hundidos, 75 por alemanes e italianos. Por el contrario, los nacionales sólo perdieron 31 barcos de todo tipo en la guerra, parece ser que 9 de ellos por la acción soviética. Ha menudo se ha alegado que la conquista nacional de la zona republicana del norte fue el momento crucial de la guerra civil. Esto es probablemente cierto, especialmente si se tiene en cuenta que coincidió con la ofensiva naval conjunta de nacionales e italianos, que tan desastrosos efectos tuvo para los abastecimientos republicanos. En abril de 1937, los republicanos todavía disfrutaban de superioridad numérica en hombres, en total de unidades militares, en armas y material y en industria bélica. Al final de la conquista de la zona norte, seis meses más tarde, estas ventajas habían desaparecido en su mayoría. El éxito de la estrategia nacional en 1937 apuntaba a una total deficiencia en el plan estratégico general de las fuerzas republicanas, las cuales tendían a confiar en una defensa relativamente pasiva, del mismo modo que tendían a dispersar los efectivos militares y los materiales disponibles a lo largo de un extenso perímetro defensivo. Frente a tal estrategia defensiva, fue mucho menos difícil para Franco concentrar sus unidades más fuertes en grandes grupos de ofensiva, disfrutando siempre de superioridad numérica al menos en el punto de ataque, y de este modo pudo destrozar las unidades republicanas sector por sector. Por otro lado, la mayor parte de la línea defensiva de los nacionales estaba mucho menos guarnecida, mantenida por falangistas y milicianos voluntarios o por unidades secundarias del ejército regular. La historia del sector principal del ejército popplar es esencialmente la historia de cuatro ofensivas-Brúñete, Belchite, Teruel y el Ebro- rematadas por la defensa de Valencia, que tuvo un éxito relativo, en 1938. La meta del ejército popular fue sobre todo crear un verdadero ejército ¿le maniobra, esto es, un grupo importante de cuerpos militares capaces de concertar una acción ofensiva. Durante casi un año los republicanos lucharon principalmente a la defensiva, siendo la primera ofensiva a gran escala la operación Brúñete, emprendida al norte de Madrid en 1937, seguida por la ofensiva de| Belchite, en Aragón, cuatro meses más tarde. Ninguna de las dos operaciones lo|gró un avance importante, y ambas fallaron en su intento de desviar a las tropas nacionales de la conquista del norte. En los últimos meses de 1937, con las fuerzas republicanas ya desfallecien do, mientras aumentaban constantemente las del ejército nacional, la cuestión de recobrar la iniciativa estratégica se convirtió en un punto de vital importan cia para los mandos republicanos. Esto produjo la ofensiva de Teruel en diciembre de 1937. Aunque tampoco ésta logró un gi[an avance, consiguió capturar una capital de provincia, e indujo a Franco a abjandonar sus propios planes, en favor de una nueva ofensiva cerca de Guadalajara para aislar Madrid. A pesar de la derrota final de los republicanos en Teruel, en el transcurso de la con traofensiva franquista en enero y febrero de 1938, que dejó sus defensas grave mente debilitadas en Aragón -preparando el terreno para la espectacular ofensiva relámpago de Franco que le llevó hasta el marj- el ejército popular, a pesar de todo, consiguió reagruparse hacia mayo de 1938 y librar una obstinada campaña defensiva durante dos meses y medio, que impidió a los nacionales avanzar hasta Valencia. I Una de las mayores proezas militares republicanas durante la guerra fue la restauración del ejército popular, que tuvo lugar er| Cataluña durante la primavera y comienzos del verano de 1938. Ello representó la movilización de efectivos más extensa de toda la guerra; empezó en Cataljuña con el reclutamiento de los reemplazos de 1927. 1928 y 1942, seguidos al poco tiempo por los de 1923 hasta los de 1926 y. más tarde, por los reservistas] de 1919 hasta los de 1922. Esto hizo posible, una vez más. llenar las filas del ejército popular en el noroeste, aunque se hizo básicamente con jóvenes menor|es de veinte años y hombres entre los treinta y los cuarenta. En total se incorporaron casi 200.000 reclutas en la zona republicana. Esto fue acompañado po|r la reapertura oficial de la frontera con Francia, que aumentó enormemente bl caudal de armas nuevas y otros pertrechos, e hizo posible la creación de un n¡uevo ejército-el ejército del Ebro- que tomó la iniciativa en nombre de la República por última vez, con la ofensiva del 1 5 de julio de 1938. Aunque tampoco ésta vez lograron los republicanos un avance estrtégico. originó la batalla más larga y más sangrienta de toda la guerra civil -la llamada campaña del Ebro, que se prolongó de julio a noviembre de 1938-. En adelante ya no habría enfrentamientos importantes. Es de todos sabido, que en la zona republicana los comunistas se arrogaron pronto la primacía de la lucha militar, denunciando a sus rivales revolucionarios de izquierdas por abandonar la guerra en favor de la política. Durante los primeros meses del conflicto, llenos de confusión y entusiasmo, las acusaciones de los comunistas tuvieron una considerable parte de verdad. Sin embargo, como hemos visto, el gobierno de Largo Caballero asumió rápidamente la iniciativa de organizar un ejército popular regular, no siendo ésta en su mayor parte una empresa comunista. El que los oficiales comunistas, se hicieran con el mando de una proporción tan grande de las unidades mejor preparadas del nuevo ejército, se debió, más que a ninguna otra cosa, al semimonopolio de armas y pertrechos de que disfrutaba la Unión Soviética, y a la dureza con que los consejeros soviéticos y los jefes comunistas españoles llevaron a cabo su política en el nuevo ejército. Los comunistas de todas partes daban primacía a la fuerza militar y, en este aspecto, el papel de los comunistas en España fue consecuente con las prioridades normales de los comunistas en otros lugares, pero cuando llegó el momento de elegir entre la influencia política comunista y la fuerza militar no comunista, estuvieron tan dispuestos a sacrificar la eficacia militar a la política, como lo habían estado socialistas y anarquistas. Este persistente conflicto interno fue, claro está, una de las claves que explican la debilidad del esfuerzo bélico republicano. Está comunmente reconocido, por el contrario, que una de las principales contribuciones de Franco al triunfo nacional fue de carácter estrictamente político, esto es, el mantener la unidad política entre los nacionales, para poder concentrarse prioritariamente en las cuestiones militares. Por otro lado, las valoraciones que se han hecho de la calidad de su liderazgo militar han sido enormemente variadas: el coro de alabanzas surgido bajo su régimen le calificaba de genio, mientras sus detractores (entre los que se encontraba Mussolini), le negaban todo talento militar al margen de una simple mediocridad profesional. Evidentemente, la verdad se encuentra en el centro de estos dos extremos. Franco no era un genio militar, pero poseía ciertas cualidades muy positivas como jefe militar: era sereno, concienzudo y práctico, y dedicaba considerable atención a cuestiones fundamentales como el entrenamiento, la logística, los abastecimientos, las comunicaciones y el uso de la topografía. Su principal talento se encontraba en el ámbito de los asuntos técnicos y estructurales más prosaicos, pero no por eso menos básicos e importantes. Entendía escasamente la nueva tecnología per se, pero era capaz de integrarla, en la medida de lo posible, en su estrategia general. Posiblemente, la dimensión más pobre de Franco fue la estratégica, porque tenía para ello poca imaginación y escasa aptitud. Sus inclinaciones personales se dirigían siempre hacia una preparación cuidadosa y movimientos prudentes, bien calculados e incluso, en ocasiones, cautos. Las jugadas innovadoras y los riesgos temerarios no formaban parte de su constitución psicológica. Por eso ha sido criticado incluso por alguno de sus lugartenientes principales, tanto como por sus más importantes aliados, por negarse a actu'ar con movimientos estratégicos arriesgados y decisivos, por ser demasiado cauteloso y preferir responder a la iniciativa enemiga. La innovación estratégica más decisiva del esfuerzo bélico nacional, la decisión de 1937 de abandonar la ofensiva del centro y liquidar la zona norte, parece haber sido trazada originalmente por su Jefe de Estado Mayor, Juan Vigón, que consiguió convencer a Franco de lo acertado de la misma. Se dejaron pasar las oportunidades para una victoria rápida en septiembre de 1936, aunque entonces había dos posibilidades viables: una podría haber sido la de trasladar un considerable número de tropas a la zona de Mola (en una ocasión a principios de aquel mes, los dos ejércitos nacionales se llegaron a unir en el oeste), para atacar Madrid desde la posición avanzada de Mola al lado de la capital, mientras que la otra podría haber consistido en avanzar directamente sobre Madrid, durante la tercera y cuarta semanas de aquel mes, desentendiéndose del flanco sudoriental. Madrid estuvo más débilmente defendido durante septiembre que en octubre o noviembre, pero el golpe audaz no se intentó. En vez de esto, las fuerzas de Franco lucharon para ir ganando terreno pueblo a pueblo, a lo largo de un frente bastante extenso. La decisión de Franco de cancelar la ofensiva sobre Madrid y Guadalajara en 1937, para responder al asalto republicano de l[eruel, fue muy criticada por sus consejeros alemanes e italianos, así como por algunos.de sus mandos. Críticas similares acompañaron su decisión de volverse hacia el sur en mayo de 1938, en una lenta ofensiva frontal contra Valencia, mientras Cataluña, mal defendida, podría haber sido ocupada como consecuencia directa del avance de los nacionales hasta el mar. En esta ocasión, pudo disuadir a Franco la posibilidad de un cambio en la política francesa, e incluso de una intervención de Francia, si ocupaba todo el noroeste hasta la frontera dorante las tensiones de aquel año previas a la cuestión de Munich. Sin embargo, de lo que hablaba más abiertamente era de prioridades económicas peculiarmeínte definidas: la falta de moneda extranjera para importar materia prima con que abastecer la industria catalana, si ésta llegaba a ser ocupada a corto plazo, fílente a la utilidad de los cítricos levantinos para mejorar la balanza de cambio. La decisión de julio de 1938, de comprometer la mayor parte de sus recursos en la contraofensiva del Ebro fue igualmente criticada, llevando a Mussolini, al menos momentáneamente, casi a la desesperación!. Pero ni siquiera Franco dirigía la guerra con criterios exclusivamente militaras: buscaba las ventajas políticas y psicológicas casi tanto como las comunistas, y se negaba a dejar cualquier iniciativa o triunfo republicano sin contestación. La campaña del Ebro le costó al ejército nacional más muertes que ninguna otra (6.500 por lo menos), que Franco justificó alegando que una batalla importante de desgaste, favorecería una concentración de la potencia de fuego nacional. Esto era probablemente una verdad a medias, porque la proporción de bajbs fue mucho menos favorable para los nacionales de lo que se pretendió entonces, pero Franco tenía razón en un aspecto muy importante: la campaña del Ebro trituró lo que posiblemente fuera el sector más fuerte y más importante de lo que quedaba del ejército popular. Una vez destruido éste no pudo ser reconstruido, ni pudo recuperarse el ánimo republicano del precio que había tenido que pagar. Cualquiera que sea el juicio que nos merece el liderazgo de Franco, o el comportamiento del ejército nacional en general, se ha sostenido a menudo que el factor decisivo en la victoria nacional no fue ni uno ni el otro, sino más bien la dicisiva contribución de la intervención extranjera. Después de cincuenta años, la magnitud exacta de esta intervención y su importancia para ambos bandos de la guerra civil, no ha podido calibrarse aún con absoluta precisión. Parece no caber duda de que la ayuda militar italiana y alemana a Franco fue muy superior en calidad de resultados, y ligeramente superior en cantidades absolutas, a la ayuda que de la Unión Soviética y de otros países recibió el Frente Popular. La cantidad de personal militar alemán en España era por lo menos el doble del soviético, mientras que los 70.000 soldados.italianos que había en la península en 1937, punto culminante de la participación italiana, excedían probablemente el número total de voluntarios de las Brigadas Internacionales, aunque el interbrigadista medio probablemente estuviese luchando en España durante un periodo de tiempo más largo. Después de la guerra civil, los republicanos no comunistas se quejaron, en ocasiones, de que el esfuerzo republicano había quedado lastrado por el hecho de que la Unión Soviética enviara predominantemente armas viejas y anticuadas. Sin embargo, la evidencia de que disponemos no parece corroborar este argumento. Es cierto que parte del equipamiento utilizado por ambos lados era anticuado, pero la Unión Soviética también envió algunas de sus armas más modernas. Los únicos tanques del calibre utilizado en la li Guerra Mundial, que prestaron servicio en ambos lados, eran el último modelo de tanques del Ejército Rojo enviados por Moscú. De modo similar, los aviones caza de gran velocidad que llegaron de la Unión Soviética en octubre de 1936, eran superiores a cualquier otro de los enviados por Alemania o Italia, hasta la aparición de los Messerschmitts algún tiempo después. Incluso se enviaron modelos más nuevos y recientes de cazas soviéticos (los «Supermoscas») en 1938. Su utilización y eficacia era otra cuestión. Por lo que a esto se refiere el equipo alemán e italiano, ya estuviera manejado por alemanes, italianos o españoles, generalmente sobrepasaba en rendimiento al soviético, tanto si éste era utilizado por rusos como por españoles. En parte, esto se debía a las tímidas tácticas defensivas impuestas por los consejeros soviéticos. Incluso el ejército italiano y las tropas de la milicia, que en general no han gozado de muy buena reputación, actuaron, en su mayoría, moderadamente bien. Su índice de bajas fue ligeramente inferior al, aproximadamente, seis por ciento de muertos del ejército nacional en conjunto. La artillería italiana jugó un papel importante, del mismo modo que la ayuda de la Legión Cóndor alemana fue vital para varias de las ofensivas clave de Franco. La característica primordial de la guerra española, tanto política como militarmente hablando, consistió en ser frecuentementje presentada como el reflejo o la representación de algo distinto de lo que realmente era.. Esencialmente fue un conflicto revolucionario/contrarrevolucionario, pero se le hizo una insistente propaganda como una lucha entre «fascismo y «democracia». Las representaciones políticas falsas, tuvieron su contrapartida en conclusiones militares falsas, engañosas o incompletas. Así, por ejemplo[ se ha exagerado considerablemente la experimentación militar que supuestamente se llevó a cabo y/o las lecciones que de ella derivaron. Las tácticas y el material constituían, de hecho, una mezcla única de la primera y segunda guerras mundiales. Ambas partes tuvieron la oportunidad de introducir una variedad de innovaciones menores -tales como las nuevas armas de disparo más rápido- pero éstas no tuvieron, en su mayoría, dimensión revolucionaria. En realidad, las conclusiones que sacaron los teóricos de otros ejércitos europeos fueron a menudo, posiblemente más erróneas e inapropiadas que pertinentes y útiles para los propósitos de la II Guerra Mundial. Los alemanes fueron los que más se beneficiaron, pero incluso ellos sólo sacaron un provecho parcial. El factor más significativo, demostrado en España, fue la eficacia de la táctica alemana de apoyo aéreo, primero en la conquista de Vizcaya y, después en las campañas de mayor envergadura del noroeste, a lo largo de 1938. Irónicamente, a pesar de las acusaciones republicanas sobre Guernica, la conclusión a la que llegó la Luftwaffe\ fue que el bombardeo estratégico de ciudades e industrias merecía mucha mehor atención que el bombardeo táctico en apoyo de operaciones de tierra. Aunque ésta fuera una conclusión perfectamente válida, sacada de la experiencia española, estableció una prioridad que costaría cara al esfuerzo bélico alemán a partir del otoño de 1940, cuando la Luftwaffe se encontró con que el ala estratégica de su fuerza aérea estaba poco desarrollada. En contra de los rumores al respecto, el Blitzkrieg alemán nunca se probó en España. No hubo producción en masa de tanques alemanes de calidad adecuada hasta prácticamente el final de la guerra, y casi ninguno estuvo disponible para poder ser enviado a España. La aviación fue mucho más importante que los vehículos blindados para apoyar el avance de los nacionales. Italia, la potencia más comprometida con la lucha española, no consiguió beneficiarse de ella militarmente. Esto no fue debiido, como se ha alegado a veces, a que los suministros militares italianos se vieran seriamente disminuidos por los envíos a España. La mayor parte del material italiano enviado a España, si bien adecuado dentro del contexto tecnológico algo anticuado de la guerra española, resultaba pasado y de poco valor para un cómbate como el desarrollado en la II Guerra Mundial y, por otro lado, el volumen en que se suministró dicho material no fue tan grande como para poner serianjiente a prueba la producción de la industria italiana. Más bien ocurrió lo contrario: el carácter parcialmente anacrónico de la guerra española, junto con el rendimiento relativamente superior de las tropas nacionales equipadas con armak italianas, adormeció en un falso sentido de complacencia a la jefatura italiana, que nunca hizo planes ni se preparó seriamente para la participación en una guerra mundial. Incluso el desaliento de su mal equipada infantería, frente a los tanques soviéticos en Gua-dalajara, les causó escasa impresión. Tampoco demostraron mayor sagacidad para aprender del conflicto español los jefes militares soviéticos. Aunque se percataron de la importancia de incrementar sus carros blindados, ya habían tomado una decisión en este sentido con anterioridad, mientras que, por otro lado, la utilidad limitada de los vehículos blindados en España, Jes convenció de que una táctica de dispersión de las unidades de infantería -algo diametralmente opuesto al Blitzkrieg de blindados alemán- sería la táctica apropiada para una guerra europea. Del mismo modo, el desastroso fracaso de las tácticas aéreas soviéticas en España -que favorecerían el «combate en grifpo» y la defensiva frente a las tácticas individuales y la ofensiva- produjo escasos cambios en sus planteamientos hasta mucho después de empezada la guerra, en 1941. Después de 1939, estuvo en boga referirse a la guerra española como el «asalto inicial» de la segunda guerra europea, o emplear algún concepto equivalente, pero la exactitud de esta interpretación es muy dudosa y de limitada utilidad, excepto para propósitos de propaganda política. Incluso podría tener más sentido dar la vuelta a la proposición y concluir que el conflicto español fue en realidad el último asalljo, y el más radical, de la primera guerra mundial. La desintegración revolucionaría de las instituciones en España, no tuvo equivalente en ningún otro lugar de Europa durante los últimos años treinta, pero fue en sus aspectos clave análoga a la descomposición revolucionaria de las instituciones, ocurrida en numerosos países de Europa Central y Oriental entre 1917 y 1920 -o al menos ese fue el argumento de los propios revolucionarios españoles en 1934-36-. La radicalización y el colapso ocurrieron más tarde en España, porque ésta no había estado implicada en la I Guerra Mundial; al faltar el estímulo generado por las tensiones de un ambiente de guerra, junto a la movilización masiva concominante, los procesos de esta índole tardaron más en desarrollarse, dado el contexto estrictamente doméstico y de paz. Como guerra civil revolucionaria/contrarrevolucionaria -lo que en esencia fue el conflicto español- era directamente análoga a las luchas ocurridas después de la i Guerra Mundial en Rusia, Hungría y el área del Báltico, e incluso hasta cierto punto en Alemania. No hubo nada equivalente a esto durante los primeros asaltos de la II Guerra Mundial, aunque ciertas pautas de acción similares comenzaron a aparecer en Yugoslavia en 1941. De igual modo, la creación de un ejército revolucionario o popular, acompañado por la exacerbación del nacionalismo en oposición a él, fue un producto de la I Guerra Mundial, y no típico de las fases iniciales de la II Guerra Mundial en Europa. Incluso en el empleo de tácticas y material militar, el conflicto español fue tanto reflejo de la I Guerra Mundial como de su sucesora, con lalprincipal excepción del uso más sofisticado de la fuerza aérea. Como foco de atención e intervención internacional, la guerra española indudablemente contribuyó a la dinámica de los asuntos internacionales, pero no constituyó una preocupación crucial para ninguna de las grandes potencias, excepto quizá para Italia, en la medida en que se la pudiera considerar corno una gran potencia. La guerra española proprocionó la ocasión original para la creación del eje Roma-Berlín en octubre de 1936, sin embargo, el Eje no participó conjuntamente en el comienzo de la guerra europea, conflicto mucho más amplio, en 1939. Por lo que respecta a la izquierda, la guerra española representó un intento de formación de una especie de Frente Popular Internacional, dirigido en parte por la Unión Soviética, pero esto resultó ser un fracaso total. Hitler solo inició la II Guerra Mundial después que Stalin hubiera invertido por completo la política en la que se basó, al menos en teoría, la intervención soviética en España. Stalin, en vez de oponerse a Hitler, llegó a un acuerdo directo con él, para una división del poder que haría posible una guerra europea de mayor extensión. Esto es, la II Guerra Mundial sólo pudo comenzar cuando se invirtieron las alianzas de la guerra civil española. La primera fase, puramente europea, de la II Guerra Mundial, fue posible gracias a la alianza de dos imperialismos revolucionarios rivales -el nazi y el soviético- contra las democracias occidentales y los estados menores. No sólo los dos imperialismos revolucionarios habían apoyado a lados opuestos en España, sino que, además, la democracia, en su sentido occidental, nunca había sido un elemento por el que luchar. Fue rechazada por Franco y los nacionales desde el principio, mientras que la coalición pluralista del revolucionario Frente Popular, que gobernaba en la zona de la República, sólo utilizó la democracia occidental como artículo de propaganda internacional. Como, con todo acierto, observó Raymond Arón en sus Memorias, la única parte de la II Guerra Mundial que el conflicto español, hasta cierto punto, presagió o anticipó, fue la lucha que comenzó en julio de 1941 cuando Hitler atacó la Unión Soviética. Por eso el régimen de Franco envió voluntarios al frente ruso, mientras permanecía neutral o no beligerante en otras cuestiones de la guerra, que atañían a potencias con las que no había tenido un enfrentamiento directo. Después de 1941, el conflicto, ya realmerjte mundial tras la intervención japonesa y americana, ni reflejó de modo evidente la guerra española, ni constituyó un enfrentamiento auténtico entre el fascismo y la democracia. Japón, por ejemplo, mantuvo su sistema constitucional anterior a la guerra relativamente inalterado a lo largo de todo el conflicto^ mientras que la alianza an-glo-américo-soviética, a todas luces, no se basaba en un denominador común democrático. En último término, lo que estuvo en juego en la conflagración mundial, fue un conflicto de poder entre las potencias mundiales establecidas y los nuevos y radicales imperialismos nacionales de^ las naciones tripartitas, que fueron totalmente derrotadas. S.G.P.* * Catedrático de Historia. Madison (Wisconsin). USA.

A. MARROCOANTONIOMARROCO / SEVILLA
Día 10/02/2015 - 14.02h
Se presentó por primera vez a unas elecciones con 18 años, dirigió IU hasta 2008, protestó contra la Constitución Europea y recibe decenas de miles de euros como europarlamentaria
Teresa Rodríguez y el resto de europarlamentarios de Podemos tienen unas asignaciones que superan los 34.000 euros mensuales
Las asignaciones económicas que recibe Teresa Rodríguez como europarlamentaria suman un fijo mensual bruto de más 12.319,53 euros.
Su sueldo base es de 8.020,53 euros brutos al mes a los que hay que sumar una dieta mensual fija para sus gastos generales en España de unos 4.299 euros netos al mes.
A estas cantidades hay que sumar, según un estudio colaborativo realizado por la Red Ciudadana Partido X sobre las asignaciones económicas actuales de cada eurodiputado, importantes incentivos económicos.
Desde una dieta fija de 304 euros diarios para el alojamiento y otros gastos por asistir a su responsabilidad oficial en Bruselas, hasta una dieta anual de viaje de hasta 4.243 euros para actividades especiales como conferencias. Y todo ello contando con que Rodríguez ya recibe íntegramente todos sus gastos de viaje (Billetes de tren, avión, kilometraje, dieta distancia, dieta duración).

Más de 21.000 euros al mes para sus asesores
Aparte de este salario, el Europarlamento abona a la candidata de Podemos a la Junta cuantiosas cantidades para hacer frente a sus necesidades de medios materiales y recursos humanos. El más generoso de estos apartados es sin duda el segundo. El añadido que cobra Teresa Rodríguz para recursos humanos cuenta con una dotación de 21.209 euros brutos al mes para contratar asistentes personales y servicios externos, ya sea en Bélgica o en el país de origen. La gaditana emplea este dinero en las oficinas parlamentarias y sus respectivos asesores que tiene repartidos por el Sur de España.

Además, cuando Teresa Rodríguez abandone el Europarlamento tras apenas ocho meses de labor tendrá derecho a una indemnización transitoria por fin de mandato de un mínimo de 6 mensualidades hasta un máximo de 24, así como a una pensión mensual de jubilación que recibirá cuando cumpla los 63 años del 3,5% del sueldo base por su único año de mandato, lo cuál será de unos 278,49 euros.

Stanley Payne: a los nacionalismos catalán y vasco “no les interesa nada más que la independencia”.

Stanley Payne: a los nacionalismos catalán y vasco “no les interesa nada más que la independencia”.  

Ha investigado y analizado los orígenes de la Guerra Civil. En su ensayo, explica que durante los últimos años de la Segunda República hubo un deterioro de la vida política, aunque considera que la Guerra Civil no era inevitable. El historiador considera que sin el asesinato de Calvo Sotelo la rebelión no habría sido tan fuerte.
 El profesor explica que “España ha creado un modelo de transición pacífica” que la presenta como una de las más idóneas, ya que “esto no había funcionado en casi ningún país”, pero alerta que en este momento “hay un resurgimiento del pensamiento de izquierda que está planteando una especie de segunda transición” y considera esta tendencia como “peligrosa y destructiva”.
 Payne dice que “el desarrollo de los nacionalismos de los últimos años es un intento claro de destruir la estructura y el modelo de Estado de España”, y explica que lo que buscan no es la autonomía sino la independencia, y que no se conformarán con menos. La culpa de todo, para el historiador, la tiene “el Gobierno de Zapatero” que “tiene una dirección que es débil y confusa.
Está tratando de proyectar una imagen de presidente sereno, que parece no estar asustado, lo que aún se desconoce es cuáles son los principios que hay detrás de eso”.
Para Stanley Payne, “este es un Gobierno no preparado, que en apenas diez meses ha tropezado en muchas cuestiones. es con mucho el peor gobierno de la democracia”.
Respecto a la presión que el tripartito catalán ejerce sobre Zapatero, el historiador explica que "lo que se ha hecho en Cataluña es una recomposición del Frente Popular, que fue un arreglo político nefasto, destructivo para España. La Esquerra se ha comprometido a dar su apoyo este año al Gobierno en un pacto para la estabilidad, pero la situación para Zapatero es preocupante, pues nadie sabe si ese apoyo se mantendrá y a qué precio, lo que siempre generará inestabilidad. E ir por delante con una sonrisa fácil y artificial no ayuda para nada".
El franquismo hizo con el catalán aproximadamente lo mismo que los nacionalistas están haciendo ahora con el castellano, en la medida de sus fuerzas: excluirlo de la vida pública. Por lo demás, la cultura catalana, en catalán y en castellano, fue muy importante bajo el franquismo.
Asistimos a una nueva alianza de socialistas y separatistas, y a la decisión de ambos de romper las reglas del juego. En cambio, la violencia es ahora menor, y la democracia más fuerte, a pesar de todo. Si somos conscientes del peligro y nos movilizamos, no creo que la cosa llegue tan lejos
En cuanto a la sociedad vasca, después de muchos años de lavado de cerebro sin apenas respuesta, está muy dividida. Como ha dicho alguien, el PNV ha quitado a la mitad de los vascos la libertad y a la otra mitad la dignidad. Recuerde el caso nazi.
¿Cómo fue posible que en Vascongadas triunfase el discurso de Sabino Arana, antiespañol y xenófobo, y no el de Unamuno, españolista?. Por la quiebra moral que supuso la crisis del 98 en toda España, por la insuficiente respuesta en el plano ideológico y porque el nacionalismo regeneracionista español, al parecerse al vasco y al catalán en la medida en que renegaba de la historia anterior de España, se quedaba sin argumentos claros ante el separatismo. Hay que contar además la influencia de gran parte del clero vasco, que adoptó las tesis de Arana y pesaba mucho.

¿Qué cosas pudo hacer Alcalá-Zamora (para mi uno de los máximos culpables de la guerra civil) y no hizo para evitar la confrontación?
La conducta del PSOE tiene algo de propia de estado policial, es una tendencia muy fuerte en ese partido. Alcalá-Zamora tuvo gran responsabilidad en la guerra por su afán de complacer a las izquierdas y, sobre todo, por haber hecho lo que la izquierda no había logrado con su insurrección de 1934: echar a la CEDA del poder a que tenía derecho democráticamente. Con ello abrió el camino a la revolución. Cosas de cierta derecha que quiere pasar por progresista.

¿Cree usted que la guerra civil se hubiera evitado si el gobierno del Partido Radical se hubiera consolidado a través de una serie de reformas sociales hechas poco a poco pero sin pausa?
 El Partido Radical no tenía fuerza suficiente para llevar adelante reformas, ni tenía muy claro qué reformas realizar. En alianza con la CEDA sí pudo haber estabilizado el país y evitado la guerra civil, pero eso lo impidió Alcalá-Zamora.

¿Qué peso cree usted que tuvo la masonería en los acontecimientos que usted describe en su libro? ¿Y en el devenir de nuestro país? La masonería ha tenido un gran peso en España, a través de su acción en los partidos republicanos, pero también en el socialista y en la misma CNT. También a través de sus conexiones internacionales. La gran (y falaz) campaña sobre las supuestas atrocidades de la derecha en Asturias en 1934, que envenenó definitivamente el clima social del país, fue orquestada en gran medida por la masonería dentro y fuera de España, como explica su organizador, Vidarte.

¿Cuál es la patochada más grande que ha oído usted a favor del nacionalismo catalán? ¿Y cuál es la patochada más grande que ha oído en contra del nacionalismo catalán?  Una de las más grandes es que la guerra civil fue una guerra "contra Cataluña". En contra del nacionalismo catalán no recuerdo ahora mismo ninguna, pero se han dicho bastantes, desde luego, fruto en gran medida del desconocimiento

 ¿Companys estaba mas cerca de ser un héroe o fue un traidor corrupto?. Companys fue uno de los principales responsables de la guerra civil. Al ganar las elecciones democráticamente la derecha en 1933, se declaró en pie de guerra... y lo demás fue consecuencia de ello. Además presidió la época de mayores crímenes de la Cataluña contemporánea. Volviendo a las patochadas, una de las mayores es que el nacionalismo catalán ha sido un factor de modernización en España. Nada más lejos de la verdad.

¿Por qué hablan de persecución del catalán por las tropas franquistas, si yo tengo una orden que se cursó a los oficiales (mi abuelo entró en cataluña, era oficial) en la que se ordenaba respetar el idioma y costumbres de los catalanes para hacerles más cómodo que volvieran a sentirse españoles?
La gran mayoría de los catalanes se sentía española. La Falange editó al terminar la guerra muchos folletos en catalán, pero el mando militar impidió su difusión y se impuso el castellano de forma abusiva. La razón era que el catalán había sido utilizado de forma tan machacona por los nacionalistas para procurar la separación entre los catalanes y el resto de los españoles, que, de forma arbitraria, se arremetió contra el propio idioma. Lo que ahora intentan los nacionalismos con el castellano.

¿Cree que la actitud del gobierno actual, orientado claramente hacia la extrema izquierda, actúa de la disparatada forma en que lo hace de una manera intencionada, respondiendo a un plan preestablecido? ¿Los españoles sabremos responder con madurez a tamaña desfachatez?.
Creo que el gobierno actual tiene una idea negativa de España, como ha dicho Julián Marías de los socialistas, y que comparte la base de las ideas con que se justifican los terroristas y los secesionistas: son la "injusticias" de las democracias las que causan la pobreza y la violencia. De esa forma tiende a identificarse con ellos, a costa de la democracia. Espero, deseo y llamo a todos los que sean conscientes del peligro a responder con energía y madurez. Aún estamos a tiempo

 ¿Cómo valora el papel actual de la Corona?¿Cree usted que se atreverán a tomar decisiones transcendentales si la situación se agrava?
La Corona ha jugado un papel importante, en general, aunque parece un poco presa de las presiones de la izquierda. En todo caso es la sociedad, ante todo, la que debe dar la respuesta. El rey no puede sustituir la pasividad de los españoles si los españoles permanecen pasivos.

El punto critico de esta legislatura será la aprobación del estatuto catalán. El PSC asumió en su programa la reforma para deteriorar al PP, ahora que pasará si sus demandas son inasumibles. ¿Se romperá el PSOE, se romperá el tripartito porque el PSC , ya no quiere llegar tan lejos ?¿Se romperá España? ¿Se romperá el PP catalán ? ¿ o no se romperá nada?
Estamos en lo de siempre: las intenciones de los nacionalistas están clarísimas. Lo que no está claro es la intención o la voluntad del gobierno. Por ahora va a hacer el juego a los secesionismos y al terrorismo. Si se da cuenta de que por ese camino va a romper la convivencia democrática en España, puede que rectifique. Si no... Esto puede acabar en la balcanización o la libanización del país.

Si se refiere a lo de "recuperar la memoria histórica", es un completo fraude. El título adecuado sería "recuperando el rencor y la propaganda".
El historial de manipulación en el PSOE es espectacular desde siempre. En el pasado ello podía achacarse a su ideario marxista, y podría esperarse que al haber abandonado el marxismo sus tendencias totalitarias desapareciesen. Pero no han desaparecido.


La Constitución va a haber que reformarla al final, y en el sentido de clarificar ambigüedades de la actual y de restringir el grado de autonomía en muchos casos. Por ejemplo, no puede consentirse que los nacionalistas hagan de la enseñanza un aparato de propaganda propio pagado por todos. Por poner un caso obvio. Si los nacionalistas quieren abrir el melón de la reforma, creo que habrá que plantear reformas en sentido contrario al suyo, pues en Vascongadas y en Cataluña la democracia está en crisis, sobre todo en las primeras, y eso no puede continuar y ampliarse todavía
Si el Frente Popular hubiese ganado, se habría instaurado una dictadura socialista en España; aunque creo que hubiese durado poco ya que los nazis probablemente hubiesen entrado en la Península después.

¿Cómo cree que se hubiesen desarrollado los hechos después? ¿Una traslación del conflicto entre nazis y comunistas en España y una sangrienta guerra en una España exhausta?
Si hubiera ganado el Frente Popular con toda probabilidad hubiera seguido una nueva guerra civil entre las izquierdas. De hecho algo así sucedió dos veces en plena guerra y pese a tener el enemigo enfrente. Si España hubiera sido invadida por los nazis, y éstos hubieran cortado el estrecho de Gibraltar, la posición de Inglaterra se habría vuelto casi desesperada, y la guerra podría haber dado un giro imposible de calcular, incluyendo un armisticio entre Londres y Berlín. Pero son puras especulaciones. En todo caso a las democracias les vino extraordinariamente bien que Franco ganara.

Con Redondo Terreros el PSOE estaba en la buena línea. Pero le pasó como a Besteiro que fue marginado, haciendo inevitable la guerra civil. Tengo el deseo, pero apenas la esperanza, de que el PSOE rectifique. Creo que atendiendo a la historia de este partido, ha sido una tremenda plaga para España durante todo el siglo XX y si llegara una crisis y desapareciese como fuerza importante no se perdería nada 

fran

 ¡Españoles!:
 A cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejército y Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la Patria, a los que jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la Nación os llama a su defensa.
 La situación en España es cada día que pasa más crítica; la anarquía reina en la mayoría de sus campos y pueblos [...].
 Huelgas revolucionarias de todo orden paralizan la vida de la Nación [...].
 La Constitución, por todos suspendida y vulnerada, sufre un eclipse total; ni igualdad ante la Ley, ni libertad, aherrojada por la tiranía, ni fraternidad cuando el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto, ni unidad de la Patria, amenazada por el desgarramiento territorial más que por regionalismos que los propios poderes fomentan [...].
 Pero, frente a eso, una guerra sin cuartel a los explotadores de la política, a los engañadores del obrero honrado, a los extranjeros y a los extranjerizantes que directa o solapadamente intentan destruir a España.
 En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia; en todas las regiones, el Ejército, la Marina y las fuerzas del orden público, se lanzan a defender la Patria. La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de las  resistencias que se ofrezcan. [...]
 Como la pureza de nuestras intenciones nos impide el yugular aquellas conquistas que representan un avance en el mejoramiento político-social, y el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestros pechos, del forzoso naufragio que sufrirán algunos ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez, y por este orden, la trilogía FRATERNIDAD, LIBERTAD E IGUALDAD.
Españoles: ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!! ¡¡¡VIVA EL HONRADO PUEBLO ESPAÑOL!!!
Comandante General de Canarias
Santa Cruz de Tenerife, a las cinco y cuarto horas del día 18 de julio de 1936.
 Diario “La Tarde”, Santa Cruz de Tenerife, 18 de julio de 1936.


Destinatarios: ¡Españoles!:
 Que sienten “el santo amor a España”.
A los que en el Ejército y la Armada sirven a su Patria y han jurado defenderla hasta la muerte y ahora la Nación os llama en su defensa.

La situación en España es cada día que pasa más crítica:
*.- la anarquía reina en la mayoría de sus campos y pueblos.
*.- las huelgas revolucionarias de todo orden paralizan la vida de la Nación.
*.- la Constitución, por todos suspendida y vulnerada:
*.- ni igualdad ante la Ley.
*.- ni libertad, presa de la tiranía.
*.- ni fraternidad (el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto).
*.- ni unidad de la Patria (amenazada por el desgarramiento territorial más que por regionalismos que los propios poderes fomentan).

Frente a esto:
*.- una guerra sin cuartel a los explotadores de la política.
*.- a los que engañan al obrero honrado.
*.- a los extranjeros y a los extranjerizantes que directa o solapadamente intentan destruir a España.

Ahora, es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia.
En todos los lugares el Ejército, la Marina y las fuerzas del orden público, se lanzan a defender la Patria.
La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de las  resistencias que se ofrezcan.
Nuestras intenciones:
*.- no niegan los avances políticos y sociales alcanzados.
*.- no se fundamentan en el odio y la venganza.
*.- del necesario cambio de algunos “ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza”.
Haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez, y por este orden, la
*.- FRATERNIDAD,
*.- LIBERTAD
*.- E IGUALDAD.

Españoles: ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!! ¡¡¡VIVA EL HONRADO PUEBLO ESPAÑOL!!!
Comandante General de Canarias
Santa Cruz de Tenerife, a las cinco y cuarto horas del día 18 de julio de 1936.
 Diario “La Tarde”, Santa Cruz de Tenerife, 18 de julio de 1936.



La Resolución de la Comisión Constitucional del Congreso que obtuvo el voto unánime de todos los grupos parlamentarios (20 de noviembre de 2002) afirma:
"Nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado, para utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes totalitarios contrarios a la libertad y a la dignidad de todos los ciudadanos, lo que merece la condena y repulsa de nuestra sociedad democrática".
Asimismo, en ella se habla del deber de nuestra sociedad democrática de "proceder al reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que fueron víctimas de la guerra civil, así como de cuantos padecieron más tarde la represión franquista".
Añade: "Cualquier iniciativa promovida por las familias de los afectados que se lleve a cabo en tal sentido, sobre todo en el ámbito local, deberá evitar que sirva para reavivar viejas heridas o remover el rescoldo de la guerra civil".

ORIGENES DE LA GUERRA: 
“Una España convulsa, atormentada y caótica nadie luchaba por la democracia. Los unos porque defendían la religión, querían imponer el orden a toda costa –y algunos pretendían el mantenimiento de privilegios sociales irritantes–; los otros, porque, salvo unos pocos republicanos moderados, pretendían imponer la dictadura del proletariado. La sublevación de octubre de 1934, protagonizada por el Partido Socialista, contra el Gobierno de la República y el intento separatista de la Generalidad de Cataluña, presidida por Luis Companys, si no son el comienzo de la Guerra Civil, cuando menos constituyen el preludio de la tragedia que se avecinaba. Nadie defendía los principios y valores de la democracia liberal. Por otra parte, no ha de olvidarse el grave daño que a la convivencia hizo el laicismo furibundamente anticlerical de la II República, plasmado en la propia Constitución de 1931, que dio lugar a una sañuda persecución de la Iglesia”.
"Los crímenes hechos en nombre de la revolución proletaria, por muchos agravantes que tengan, son tan execrables como los fusilamientos de los adversarios políticos perpetrados por quienes decían luchar por Dios y por la Patria. ¿Qué locura se había apoderado del pueblo español para llegar a estos extremos?".
Lo cierto es que los ideales revolucionarios de unos y el espíritu de Cruzada de otros quedaron manchados por crímenes execrables cuya constatación nos debe avergonzar como españoles”.

“La República habría venido con la intención de superar y remediar los males seculares de España. Fracasó por el oscurantismo de las fuerzas reaccionarias que, viendo peligrar sus privilegios, se alzaron en armas contra el pueblo. Los republicanos pudieron cometer errores; nunca, por supuesto, imputables a ellos mismos, sino derivados de la tarea ingente que abordaron (revocar, para mejor, lógicamente, la historia patria desde sus cimientos”.

La conspiración preparatoria de un golpe de Estado de signo derechista tuvo diversos precedentes en los años anteriores:
*.- En 1934 algunos jefes monárquicos con el gobierno fascista de Italia para recabar su apoyo y se reorganizaron fuerzas paramilitares de signo carlista.
*.- A finales de 1935 altos jefes militares se reunían para estudiar la conveniencia y posibilidades de un pronunciamiento, que fue decidido como consecuencia del triunfo del Frente Popular en febrero de 1936.
En la preparación del levantamiento participaron militares con antecedentes republicanos (Cabanellas, Queipo de Llano). Era un ataque al Frente Popular y a las tendencias revolucionarias.
Al principio Franco se mantuvo a la expectativa, uniéndose posteriormente al levantamiento.
El levantamiento se vio acelerado por el asesinato de José Calvo Sotelo, jefe del derechista Bloque Nacional llevado a cabo por guardias de asalto en represalia por el asesinato del teniente Castillo.
Los carlistas, que habían negociado con Mola, se incorporaron al levantamiento.
*.- Como reacción, el Gobierno dispersó a los generales que consideraba más peligrosos

Se inició en Melilla (17 de julio de 1936), se extendió por el protectorado marroquí y Franco asegurado su éxito en Canarias voló a Tetuán para tomar el mando de los sublevados. En la península el resultado del levantamiento fue diverso, dependiendo de la fuerza de las organizaciones político-sindicales y de las fuerzas del orden público. Fracasó en Madrid, en Barcelona, en Valencia, Asturias, Santander y el País Vasco (excepto Alava). Triunfó en Zaragoza, Sevilla, Granada, Córdoba, Navarra, Galicia, Castilla la Vieja y León


“Mola había organizado un golpe militar relámpago para derribar al Gobierno y acabar con el caos existente. El poder lo asumiría un directorio militar provisional, presidido por el general Sanjurjo, que sería sustituido por un gobierno civil tan pronto como se restableciera el orden y pudiera consultarse al pueblo sobre la forma de gobierno. Hecho esto, el Ejército retornaría a los cuarteles.
 Pero la guerra de Mola fue un fracaso rotundo. Las cosas no salieron como preveía, y lo que iba a ser un golpe fulminante se convirtió en una larga y cruenta guerra civil. También fracasó en el terreno político, pues fue incapaz de impedir que el general Franco, además de la jefatura del Ejército, asumiera el poder civil como jefe del Estado (cuando sólo había sido nombrado jefe del Gobierno del Estado español y Jefe Nacional del nuevo partido Falange Española Tradicionalista y de las JONS), para erigirse en "caudillo" de España vitalicio, al estilo del Führer alemán, Adolfo Hitler, y el Duce italiano, Benito Mussolini. El 2 de septiembre de 1937, víspera de su trágica muerte, Mola mantuvo una tensa conversación telefónica con Franco, a quien dijo antes de colgar: "Yo no paso por eso".
 Se atribuye el fracaso de los planes de Mola al retraso de Franco en ponerse al frente del Ejército de Marruecos. No llegó hasta el día 19, cuando la cita era para el 17. En esos dos días el Gobierno republicano había conseguido el control de la escuadra y bloqueado los puertos de Ceuta y Melilla. Esto hizo que el paso de las tropas a la Península se demorase hasta la primera quincena de agosto. Para cuando las avanzadillas del ejército sublevado llegaron a las proximidades de la Ciudad Universitaria de Madrid, entraban en la capital las Brigadas Internacionales. Todos los intentos de tomar Madrid fueron infructuosos.
La participación del carlismo navarro, cuya participación permitió a Mola resistir en el norte hasta la llegada del Ejército de África (resulta paradójico que el carlismo entrara victorioso en Madrid y perdiera la paz y acabó por diluirse en un régimen totalitario que en la práctica se situó en los antípodas de su pensamiento político)”.

  
CARACTERES SOCIALES E IDEOLÓGICOS DE LA GUERRA:
Iniciado el pronunciamiento militar, enseguida se convirtió en una contienda en la que participaron todos los sectores de la población en una verdadera lucha social e ideológica.
Como reacción se produjo una revolución político-social en la zona en la que se mantuvo la legalidad republicana (¿provocó y aceleró aquello mismo que el levantamiento quería evitar ó éste fue producido por esa revolución político-social que ya se había iniciado con el triunfo del Frente Popular?).
En la zona donde triunfo el pronunciamiento se produjo una reacción que fue más allá de la anulación de las reformas republicanas y de las medidas contrarrevolucionarias .

Si bien en este antagonismo social no hubo delimitaciones absolutas, el alzamiento fue promovido o secundado por las clases elevadas y por gran parte de la oficialidad del ejército. El conjunto de las clases populares constituyeron la base de la resistencia republicana.
La clase media quedó forzosamente dividida, básicamente por motivos ideológicos (e incluso religiosos) y de defensa de sus intereses.
La gran masa proletaria, industrial y campesina, fue la gran fuerza republicana, pero también el otro bando tuvo el apoyo de los sectores populares del tradicionalismo de Navarra y otros puntos.
Tampoco hubo una polarización de los partidos de derechas o de izquierdas hacia un bando u otro. Hubo miembros significativos de los primeros que se negaron a romper con la legalidad republicana.
El Gobierno de la Generalidad tuvo que transigir con el predominio revolucionario de las milicias anarcosindicalistas para preservar su autonomía y, aprobado su Estatuto al estallar la guerra, la misma actuación tuvieron los nacionalistas vascos (pese a su tradicionalismo y fervor religioso).


Condiciones y evolución de la guerra:
Aunque inicialmente el bando gubernamental tuvo los recursos financieros y las principales zonas industriales y mineras, fueron contrarrestadas estas ventajas por:
*.- la desorganización militar provocada por el estallido revolucionario.
*.- las disensiones políticas en el seno de la República.

Revolución social: fábricas y empresas fueron intervenidas por obreros y sindicatos, procediéndose de a colectivizaciones de distinto tipo. Lo mismo en el campo.
La revolución produjo una oleada de persecuciones y asesinatos llevados a cabo por multitud de comités extremistas consideradas derechistas y, en particular, contra los miembros, edificios y bienes de la Iglesia.
Poco a poco los gobiernos republicanos pudieron recuperar el control sobre la acción desordenada y autónoma de los anarquistas y otros grupos extremistas.
“El ganar la guerra antes de hacer la revolución” de los comunistas los enfrentó a los anarcosindicalistas.
También la fractura entre socialistas y comunistas y republicanos minaron la fuerza de los gobiernos republicanos.
El final desastroso de la guerra condujo a un penoso exilio a centenares de miles de españoles de ideas izquierdistas y democráticas.

Más discutido ha sido el papel jugado por la intervención extranjera: Italia y Alemania por un lado y Francia y Rusia por otro, junto a las Brigadas Internacionales. Equilibradas para unos y, por la discontinuidad y condicionamientos de la segunda, a favor de la primera.

Por el contrario el bando nacionalista contó desde el principio con la adhesión de una importante proporción de la oficialidad profesional y tropas más entrenadas y disciplinadas (coloniales marroquíes y de la legión).
También su articulación como Estado militarizado contribuyó a la concentración de todos sus recursos hacia la consecución de la victoria. La desorganización y multiplicidad de poderes autónomos del bando republicano frente al centralismo y fortalecimiento de un mando político fundido con el militar del bando sublevado.
En el bando sublevado, la indefinición inicial, fue sustituida por la concentración del poder, la derogación de la legislación social y laboral de la República, la anulación de las iniciativas de reforma agraria, la supresión de todos los partidos y sindicatos, el establecimiento de un Estado Nacional-Sindicalista (contrario al capitalismo y marxismo), abolida la legislación laicista de la República, calificado el Alzamiento como Cruzada Nacional, establecimiento de un partido único y concentración de todos los poderes en la figura de Franco (jefe militar y político, del Estado y del Gobierno) a partir de 1938.

“La operación de «rescate de la memoria histórica» se ha fundado sobre premisas falaces, se ha convenido en un ejercicio de flagrante y premeditada falsedad, que la Guerra Civil fue un conflicto entre la democracia y el fascismo; y la facción gobernante, al arrogarse la herencia de un bando presuntamente democrático, ha pretendido arrojar sobre la facción opositora la herencia fascista.
Pero la triste verdad es que la izquierda española, en vísperas de la Guerra Civil, era mayormente revolucionaria y totalitaria. La Guerra Civil fue un choque de totalitarismos, contemplado con regocijo y expectación, desde Berlín y Moscú y aderezado por un elemento autóctono de atávicas rencillas cainitas.
La escueta verdad es que unos y otros fueron carnaza arrojada a la trituradora de las ideologías totalitarias, pobres gentes a las que tocó pegar tiros en una u otra trinchera por razones estrictamente geográficas, pobres gentes fusiladas por crímenes tan pavorosos como estar afiliadas a un sindicato o ir a misa los domingos
Conviene una memoria del perdón: la que rinde homenaje por igual a quienes murieron en Badajoz y Paracuellos, a las muchachas milicianas que apenas sabían enarbolar un fusil y a los jóvenes seminaristas que sólo habían enarbolado un crucifijo.
La Guerra Civil fue un trágico fracaso colectivo del pueblo español. Decir que fue una rebelión de los fascistas contra los demócratas es simplificar las cosas y falsear la realidad, porque en la España de 1936 la democracia y los demócratas brillaban por su ausencia.
Los voluntarios navarros no se sublevaron para instaurar la dictadura de Franco, sino para defender la religión y el orden.
Del mismo modo, los milicianos del Frente Popular no luchaban por la democracia, sino por el triunfo del socialismo totalitario y marxista, con el que creían poder acabar con la injusticia social.
Por eso los españoles de hoy debemos defender el gran valor de la Constitución de 1978, que representó el fin de las dos Españas y el comienzo de un nuevo régimen en el que todos los españoles tienen plena cabida, cualquiera que sea su concepción del mundo y el proyecto político que asuman, siempre que no traten de imponer sus ideas por medio de la violencia.
La Constitución de 1978 fue el triunfo de la libertad y del espíritu de concordia. Por eso, la recuperación o conservación de la memoria histórica debe ser cosa de historiadores, no de políticos, y no debiera esgrimirse para reabrir el foso de la incomprensión y de la intolerancia. Aprendamos las lecciones de la historia, y neguémonos a repetirla.


CUESTIONES COMPLEMENTARIAS:

 En el orden financiero, la República tenía ventaja porque controlaba las sustanciales reservas de oro del Banco de España, cuya movilización serviría como medio de pago de los suministros importados del extranjero, en tanto que sus enemigos carecían de recursos constantes análogos y sólo disponían de sus posibilidades exportadoras para obtener divisas aplicables a las ineludibles compras exteriores.
Esta ventaja inicial en recursos industriales y financieros por parte de la República hizo creer a algunos de sus dirigentes que la prueba de fuerza planteada por los sublevados podría ganarse. Así lo hizo explícito Indalecio Prieto en una alocución radiada el 8 de agosto de 1936:
"¿De quién pueden estar las mayores posibilidades de triunfo en una guerra? De quien tenga más medios, de quien disponga de más elementos. Esto es evidentísimo... Pues bien: todo el oro de España, todos los recursos monetarios válidos en el extranjero, todos, absolutamente todos, están en poder del Gobierno. (...) Todo el poder industrial de España... está en nuestras manos".

En términos militares, los sublevados contaban con la totalidad de las bien preparadas y pertrechadas fuerzas de Marruecos (especialmente, el contingente humano de la temible Legión y de las Fuerzas de Regulares Indígenas: "los moros") y con la mitad de las fuerzas armadas existentes en la propia Península, con una estructura, equipo y cadena de mando intactos y funcionalmente operativos.
El mayor problema en este ámbito residía en las dificultades de transporte del llamado "Ejército de África" a la Península (habida cuenta de la falta de flota y aviones para llevarla a cabo), motivo por el cual el general Franco había emprendido sus propias gestiones para hacer posible la empresa mediante la solicitud del apoyo aéreo italiano y alemán.
El 25 de julio, desde Tetuán, Franco solicitaba nuevamente al cónsul italiano en Tánger ese apoyo ("12 aviones de transporte, 10 aviones caza y 10 aviones de reconocimiento") y daba cuenta de la favorable situación militar presente: "Franco me asegura que con tal material y con fuerzas armadas y armas de que dispone es seguro éxito".
Frente a la relativa confianza militar que imperaba en el área sublevada, en la zona republicana las autoridades estaban realmente aterradas por la situación en su fuero interno. Tanto que Santiago Casares Quiroga dimitió de su cargo de jefe del Ejecutivo el mismo día 18, el republicano moderado Diego Martínez Barrio fracasó en su efímero intento de formar un gobierno para mediar con los rebeldes aquella tarde-noche y, por último y por exclusión, el azañista José Giral tuvo que sustituirlo al frente de un nuevo Gabinete exclusivamente republicano el 19 de julio de 1936.
Para entonces era evidente que el Gobierno había sufrido la defección de más de la mitad del generalato y de cuatro quintas partes de la oficialidad, viéndose obligado a disolver la casi totalidad de sus unidades por decreto de aquel 19 de julio: "Quedan licenciadas las tropas cuyos cuadros de mando se han colocado frente a la legalidad republicana". Ese mismo día, muy consciente de su falta de medios y pertrechos bélicos, Giral remitía su demanda telegráfica de ayuda militar al nuevo Gabinete del Frente Popular que había asumido el poder en Francia escasamente dos meses antes.
La gravedad de la situación se acentuaba porque, dada la ausencia de esos instrumentos coactivos, la defensa de la legalidad republicana había quedado en manos de milicias sindicales y populares improvisadas y a duras penas mandadas y dirigidas por los escasos mandos militares que se mantuvieron leales. Y había sido una combinación de esas fuerzas de seguridad leales y milicianos sindicales y partidistas la que había conseguido el aplastamiento de la sublevación en las grandes capitales y centros urbanos. Como reconocería después un periodista anarquista barcelonés que participó en los combates al lado de las fuerzas de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto: "La combinación fue decisiva.
A pesar de su combatividad, de su espíritu revolucionario, la CNT sola no habría podido derrotar al ejército y a la policía juntos. De haber tenido que luchar contra ambos, en unas pocas horas no habría quedado ni uno de nosotros".
No obstante la catástrofe que supuso la práctica disolución de su Ejército, la República pudo congratularse por retener en sus manos casi dos tercios de la minúscula fuerza aérea y algo más de la anticuada flota de guerra, cuya marinería se había amotinado contra los oficiales rebeldes y había implantado un bloqueo del estrecho de Gibraltar para evitar el traslado de las decisivas tropas marroquíes al mando del general Franco.
En definitiva, aunque habían triunfado ampliamente en la España rural y agraria, el fracaso de los militares sublevados en las partes de España más modernizadas, incluyendo la propia capital del Estado (cuyo dominio conllevaba el reconocimiento jurídico internacional), les obligaba a emprender su conquista mediante verdaderas operaciones bélicas. El golpe militar parcialmente fallido devenía así en una verdadera y cruenta guerra civil. Y como ningún bando disponía de los medios y el equipo militar necesarios y suficientes para sostener un esfuerzo bélico de envergadura, ambos se vieron obligados a dirigirse de inmediato en demanda de ayuda a las potencias europeas más afines a sus postulados, abriendo así la vía al crucial proceso de internacionalización de la contienda.
La distribución inicial de fuerzas materiales entre los dos bandos contendientes ofrecía, por tanto, la imagen de un empate virtual imposible de alterar con la movilización de los recursos propios y endógenos. Y nada en esa situación coyuntural hacía presagiar una victoria total o una derrota sin paliativos por parte de ninguno de ambos contendientes.

Mediación internacional

Más adelante, en varias ocasiones durante el despliegue cronológico del conflicto (en virtud de razones tanto internas como exteriores), tomó cuerpo como posibilidad viable la idea de una mediación internacional o una capitulación negociada para poner término al conflicto:
*.- En el verano de 1937, cuando las primeras ofensivas republicanas en Brunete y en Belchite demostraron la existencia de una máquina militar con cierta capacidad de ataque y maniobra (con el consecuente desánimo italo-germano y las paralelas gestiones anglo-francesas en pro de un armisticio).
*.- En el invierno de 1937-1938, cuando tuvo lugar la única victoria ofensiva republicana con la ocupación efímera de la ciudad de Teruel (en el contexto de una tensión creciente de la entente anglo-francesa ante la anunciada anexión alemana de Austria).
*.- En el verano de 1938, cuando el asalto republicano en la desembocadura del Ebro desbarata el avance franquista sobre Valencia y da origen a la batalla más larga y cruenta de toda la contienda española (en vísperas de la grave crisis germano-checa que puso a Europa al borde de la guerra general).

El final:
Sin embargo, ni un armisticio, ni una mediación internacional, ni una capitulación negociada y condicionada pusieron término al conflicto fratricida. Y no fue así por varias razones:
El presidente Azaña, ya en su exilio en Francia desde febrero de 1939, enumeró las razones de la abrumadora derrota republicana (más que los motivos de la victoria total franquista):
"El presidente considera que, por orden de importancia, los enemigos del Gobierno republicano han sido cuatro. Primero, la Gran Bretaña [por su adhesión al embargo de armas prescrito por la política colectiva de No Intervención]; segundo, las disensiones políticas de los mismos grupos gubernamentales que provocaron una anarquía perniciosa que fue total para las operaciones militares de Italia y Alemania en favor de los rebeldes; tercero, la intervención armada italo-germana, y cuarto, Franco (...)".

Los dos bandos combatientes en la contienda civil española tuvieron que hacer frente a tres grandes y graves problemas inducidos por la Guerra Total en el plano estratégico-militar, en el ámbito económico-institucional y en el orden político-ideológico. En gran medida, el éxito o fracaso de sus respectivos esfuerzos bélicos dependió de la acertada resolución de estas tres tareas básicas:
1º. La reconstrucción de un Ejército combatiente regular, con mando centralizado y jerarquizado, obediencia y disciplina en sus filas y una logística de suministros bélicos constantes y suficientes, a fin de sostener con vigor el frente de combate y conseguir ulteriormente la victoria sobre el enemigo o, al menos, evitar la derrota.
2º. La reconfiguración del aparato administrativo del Estado en un sentido fuertemente centralizado para explotar y hacer uso eficaz y planificado de todos los recursos económicos internos o externos del país, tanto humanos como materiales, en beneficio del esfuerzo de guerra y de las necesidades del frente de combate.
3º. La articulación de unos "Fines de Guerra" comunes y compartidos por la gran mayoría de las fuerzas sociopolíticas representativas de la población civil de retaguardia y susceptibles de inspirar moralmente a esa misma población hasta el punto de justificar los grandes sacrificios de sangre y las hondas privaciones materiales demandados por esa cruenta y larga lucha fratricida.

A juzgar por el curso y desenlace de la Guerra Civil, parece evidente que el bando franquista fue superior al bando republicano en la imperiosa necesidad de configurar un Ejército combatiente bien abastecido, construir un Estado eficaz para regir la economía de guerra y sostener una retaguardia civil unificada y moralmente comprometida con la causa bélica.
Y, sin duda, el contexto internacional en el que se libró la contienda española impuso unas condiciones favorables y unos obstáculos insuperables a cada uno de los contendientes.
No en vano, sin la constante y sistemática ayuda militar, diplomática y financiera prestada por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, es harto difícil creer que el bando liderado por el general Franco hubiera podido obtener su rotunda victoria absoluta e incondicional.
De igual modo, sin el asfixiante embargo de armas impuesto por la política europea de No Intervención y la consecuente inhibición de las grandes potencias democráticas occidentales, con su gravoso efecto en la capacidad militar, situación material y fortaleza moral, es altamente improbable que la República hubiera sufrido un desplome interno y una derrota militar tan total, completa y sin paliativos.

Informe confidencial

Elaborado por el agregado militar británico en España para conocimiento de las autoridades británicas:
"Es casi superfluo recapitular las razones (de la victoria del general Franco). Éstas son, en primer lugar, la persistente superioridad material durante toda la guerra de las fuerzas nacionalistas en tierra y en el aire, y, en segundo lugar, la superior calidad de todos sus cuadros hasta hace nueve meses o posiblemente un año. (...) Esta inferioridad material [de las tropas republicanas] no sólo es cuantitativa, sino también cualitativa, como resultado de la multiplicidad de tipos [de armas]. Fuera cual fuera el propósito imparcial y benévolo del Acuerdo de No Intervención, sus repercusiones en el problema de abastecimiento de armas de las fuerzas republicanas han sido, para decir lo mínimo, funestas y sin duda muy distintas de lo que se pretendía".
"La ayuda material de Rusia, México y Checoslovaquia [a la República] nunca se ha equiparado en cantidad o calidad con la de Italia y Alemania [al general Franco]. Otros países, con independencia de sus simpatías, se vieron refrenados por la actitud de Gran Bretaña. En esa situación, las armas que la República pudo comprar en otras partes han sido pocas, por vías dudosas y generalmente bajo cuerda. El material bélico así adquirido tuvo que ser pagado a precios altísimos y utilizado sin la ayuda de instructores cualificados en su funcionamiento. Tales medios de adquisición han dañado severamente los recursos financieros de los republicanos". [Informe del mayor E. C. Richards, de 25 de noviembre de 1938].

Un informe remitido a Berlín por el embajador alemán en España, Eberhard von Stohrer, tras la ocupación de Cataluña y en vísperas del colapso de la resistencia republicana:
"Las causas de la derrota roja": "La explicación de la decisiva victoria de Franco reside en la mejor moral de las tropas que luchan por la causa nacionalista, así como en su gran superioridad en el aire y en su mejor artillería y otro material de guerra. Los rojos, todavía sacudidos por la batalla del Ebro y en gran medida lastrados por su escasez de material bélico y sus dificultades de suministros alimenticios, fueron incapaces de resistir la ofensiva". [Despacho del 19 de febrero de 1939].

La política de No Intervención (la "traición de las democracias" que tanto denunciarían los líderes republicanos) no fue la razón única y exclusiva de la victoria de Franco y de la derrota de la República.
No son razonables las sencillas explicaciones unicausales y unilaterales: tan importante en el desenlace de la guerra como esa persistente inhibición de la entente franco-británica habría sido la sistemática intervención italo-germana y las limitaciones de la asistencia soviética, por mencionar sólo las dimensiones internacionales presentes y operantes en la contienda.

 

La opinión de Rojo

La estimación realizada, apenas unos meses después de terminada la contienda, por el general Vicente Rojo Lluch (1894-1966), jefe del Estado Mayor Central del Ejército Popular de la República y auténtico estratega supremo del bando derrotado. Su balance, por eso mismo, tiene especial valor testimonial al proceder de quien fuera el antagonista fundamental que tuvo Franco en el plano militar durante la contienda. A juicio del general Rojo, "las causas del triunfo de Franco" se debían a un conjunto de razones correlacionadas que atendían a varios frentes distintos:
"En el terreno militar, Franco ha triunfado: 1º. Porque lo exigía la ciencia militar, el arte de la guerra. (...) 2º. Porque hemos carecido de los medios materiales indispensables para el sostenimiento de la lucha. (...) 3º. Porque nuestra dirección técnica de la guerra era defectuosa en todo el escalonamiento del mando. (...)
En el terreno político, Franco ha triunfado: 1º. Porque la República no se había fijado un fin político, propio de un pueblo dueño de sus destinos o que aspiraba a serlo. (...) 2º. Porque nuestro gobierno ha sido impotente por las influencias sobre él ejercidas para desarrollar una acción verdaderamente rectora de las actividades del país. (...) 3º. Porque nuestros errores diplomáticos le han dado el triunfo al adversario mucho antes de que pudiera producirse la derrota militar. (...)

En el orden social y humano, Franco ha triunfado: 1º. Porque ha logrado la superioridad moral en el exterior y en el interior. (...) 2º. Porque ha sabido asegurar una cooperación internacional permanente y pródiga". [Vicente Rojo, ¡Alerta los pueblos! Estudio político-militar del periodo final de la guerra española].
La guerra civil española como lucha militar.- Stanley G. Payne
Las enormes controversias que rodean la guerra civil española -controversias aún no apagadas del todo, pese al transcurso de medio siglo-junto con la gran atención prestada a la participación y reacción internacionales, y la voluminosa producción de la intelligentsia política y literaria comprometida, han oscurecido a menudo el hecho fundamental de que la guerra española fue, en último término, una contienda militar cuyo resultado debía decidirse en términos militares, el número de investigaciones monográficas, dedicadas estrictamente al aspecto militar, no es sino una fracción de las dedicadas a los aspectos político, internacional y incluso literario. Por eso merece la pena dedicar cierta atención a los problemas militares fundamentales implicados en el conflicto, especialmente a aquellos factores que resultaron militarmente decisivos. Debido a la naturaleza limitada de la investigación monográfica, no es aún posible ofrecer conclusiones definitivas en ciertos aspectos, y mucho menos presentar estadísticas finales, incluso en lo que se refiere a problemas cruciales.
Si bien ha habido negligencia en el abandono de la historia militar, se han corregido algunas de las concepciones erróneas y fórmulas propagandísticas anteriores. Por ejemplo, la división equilibrada de las fuerzas armadas entre los dos lados, al comienzo de la lucha. De hecho, la guerra civil no comenzó como un enfrentamiento «del ejército contra el pueblo», como se ha pretendido a veces, sino que las fuerzas republicanas, en ciertos casos, disfrutaban de mayores contingentes del ejército regular. Este estaba tan dividido políticamente (al menos entre los mandos de mayor edad) como lo estaba la sociedad española en general. En un principio, los insurgentes obtuvieron el control de poco más de la mitad de las unidades del ejército regular. La policía quedó también dividida por igual. Para los rebeldes fue una ventaja fundamental contar con el apoyo de
Traducción: Elena R. Halffter

la única élite de combate del ejército español -las unidades duras y profesionalizadas del Tercio y de los Regulares marroquíes del Protectorado, además de otras unidades mejor entrenadas estacionadas en Marruecos-. Para la República esto quedó compensado en parte -aunque sólo en parte- gracias a su control de todos los centros industriales y de los mayores depósitos de material. Por otra parte, retenía al menos el 60% del personal dé aviación, y casi dos tercios del de la marina (aunque no contaba con los oficiales navales, muchos de los cuales fueron eliminados).
Durante las primeras semanas de lucha, ambos lados siguieron una política militar relativamente especializada, política que tuvo que ser alterada sustan-cialmente al ir creciendo el conflicto hasta la movilización total. La República comenzó enseguida a depender, en gran parte, de la milicia armada de los movimientos revolucionarios. Aunque las primeras columnas de combate organizadas en la zona del Frente Popular estaban constituidas, al menos en parte, por unidades del ejército regular qua habían permanecido leales, al cabo de una o dos semanas se vieron inundadas por la expansión de la milicia, y la revolución fue erosionando la confianza política y psicológica en los restos del ejército regular. El resultado fue un desastre militar. Glandes grupos de milicianos, indisciplinados y sin adiestrar, eran vencidos una y otra vez por los grupos de combate más pequeños, pero mejor entrenados y organizados, de las fuerzas regulares insurgentes. Tampoco aprovechó la República su superioridad en el mar y el aire para obtener una mayor eficacia. Es cierto que los débiles escuadrones de la aviación española, divididos como estaban, carecían de fuerza suficiente para llegar a ser un factor decisivo, pero la República, sin embargo, mantuvo durante los primeros meses un control naval decisivo en el Mediterráneo y en las costas del Sur. A causa de una estrategia inadecuada y la desorientación táctica a bordo de los barcos republicanos, debidos al reemplazo masivo de oficiales, la flota republicana no se utilizó ventajosamente, y el semibloqueo de Marruecos se rompió pronto.
Los nacionales dependieron desproporcionadamente durante los primeros meses de las unidades de élite marroquíes, complehientadas con los falangistas y los grupos milicianos de derechas, así como por una movilización limitada de los nuevos reclutas del ejército. Sin embargo, entre los nacionales, la función de las fuerzas constituidas por la milicia política se lirfíitó a ser principalmente defensiva o de operaciones secundarias, y desde el principio estuvo rigurosamente subordinada a las órdenes del ejército regular. La prolongación de la lucha durante el otoño y el invierno de 1936-37 hizo necesario un proceso de movilización militar más amplio de lo que en un principio habían imaginado Franco y otros, pero hasta después del estancamiento militar en Guadalajara (marzo de 1937) no se decidió del todo Franco a adoptar la idea de masificar su ejército.
La intervención extranjera y la ayuda militar h^n sido cuestiones muy controvertidas desde las primeras semanas del conflicto, y continúa siendo motivo de considerable debate. La primera ayuda extranjera le llegó a la República en forma de equipamiento militar proporcionado por Francia, en parte como continuación de contratos de abastecimiento ya existentes. Pero esta ayuda inicial francesa terminó pronto, dejando a la Unión Soviética, durante la mayor parte de la guerra, como primera fuente de aprovisionamiento, completado éste por material comprado a Checoslovaquia y a otra serie de países por agentes soviéticos y republicanos.
La primera ayuda recibida por los nacionales empezó a llegar de Italia antes de finales de julio de 1936, en forma de un pequeño número de aviones, y algunas armas alemanas llegaron sólo una o dos semanas después. La fecha en que comenzó la ayuda soviética no está tan clara, por falta de documentación directa soviética, pero se suele identificar su comienzo con la llegada de grandes cantidades de material soviético a Alicante y a otros pueblos levantinos, durante la segunda mitad de octubre del mismo año. Sin embargo, la misión soviética NKVD de inteligencia militar y de actividades de la guerrilla, al mando de Or-lov, estaba ya organizada y había sido enviada antes de agosto, y existe evidencia de que alguna ayuda soviética llegó antes de octubre. Lo que está claro es que los cargamentos de octubre constituyeron el mayor movimiento de material -aparte de los aviones- hasta esa fecha, y Hitler replicó con su decisión de enviar un cuerpo completo de aviación a España, seguido por la Legión Cóndor, que se formó durante el mes de noviembre de ese año. Mussolini aumentó entonces la escalada de ayuda extranjera despachando unidades militares enteras, el primer batallón de lo que llegaría a ser, con el tiempo, una fuerza italiana de 70.000 hombres, que llegó en los primeros días de 1937.
El año siguiente, 1937, fue el momento de máximo desarrollo de los dos ejércitos, aunque el gobierno republicano inició el proceso más ampliamente y con más seriedad que Franco. En efecto, durante la administración de Largo Caballero -de la que abominaron más tarde los comunistas por sus fracasos militares- se inició la organización formal del ejército popular, a lo largo de los meses de septiembre y octubre de 1936. Aunque los nacionales habían iniciado una movilización limitada de los reclutas regulares desde el principio del conflicto, Franco sólo comenzó a moverse a un nivel equivalente de movilización general seis meses después, en marzo del 37. En términos puramente numéricos, el ejército popular movilizó más hombres y organizó más unidades que los nacionales durante todo el año siguiente. Además, se mantuvieron más hombres en diversas unidades de policía armada en la zona republicana que en la nacional.
El fracaso del ejercito popular no se debió, por tanto, a falta de movilización ni a desinterés por organizar un ejército regular, sino más bien a la incapacidad de llevar todo esto a cabo de un modo efectivo. A menudo se achaca el fracaso a la deficiencia de armas y de equipamiento, pero no está nada claro que la República sufriera una relativa carencia de los mismos, comparada con Franco, antes del otoño de 1937. Tal vez el fallo principal podría estar en las esferas de los mandos, del entrenamiento, y de la cohesión de las unidades en el combate. El esfuerzo bélico de la República no pudo compensar nunca, el rechazo inicial de la mayor parte de los cuadros de oficiales profesionales de que disponía durante los primeros días de la guerra. Al menos la mitad d,e los 15.000 o más oficiales del ejército regular de España, se encontraron en un primer momento dentro de territorio republicano, y de ellos sólo una minoría eran rebeldes manifiestos al principio. Sin embargo, unos 3.000 fueron rápidamente purgados y unos 1.500 ejecutados antes o después. Alrededor de otros l.ÓOO se escondieron o escaparon a zona nacional, de modo que, según cifras jde Ramón Salas Larrazábal, sólo unos 3.500 sirvieron en el ejército popular. Peor aún, desde el punto de vista de la eficacia militar, fue que la selección de oficiales y el adiestramiento del ejército popular obedeciera siempre en alguna medida a criterios políticos, y su organización nunca llegara a tener un carácter del todo profesional. Las deficiencias consiguientes en el mando, en la iniciativa y en la cohesión de las unidades de combate, no pudieron ser compensadas ni siquiera por el buen espíritu de equipo que caracterizó a muchas de las jropas republicanas durante 1936-37.
El ejército de los nacionales se enfrentó a muchos problemas de este tipo, pero mantuvo en todo momento un nivel más alto de liderazgo militar y una mejor organización, lo cual reflejaba sus prioridades básicas. El ejército nacional estaba organizado sobre la base de un cuadro dé 8.000 o más oficiales profesionales. Se completaba con cientos de otros oficiales de la milicia nacional, y con un total de más de 22.000 alféreces provisionales formados en nuevas escuelas de adiestramiento de oficiales. En ciertos aspectos, la calidad de combate de las unidades nacionales se deterioró con el transcurso de la guerra, ya que la creciente escasez de oficiales profesionales más jóyenes y competentes, se compensaba sólo parcialmente con una mayor experiencia en combate. Las principales unidades nacionales, sin embargo, mantuvieron un nivel de competencia de sus mandos, de cohesión técnica y de rendimiento en el combate, más alto que el de sus oponentes republicanos. No era cuestión de inferioridad de los efectivos militares -los reclutas republicanos tenían probablemente la misma preparación física y eran, en general, tan capaces como sus oponentes nacionales, al menos hasta mediados de 1938- sino de upa mayor eficacia militar, en términos generales, de la máquina de la guerra nacional.
Más decisivo incluso que la relativa superioridad en organización y calidad
combativa del ejército nacional, fue el uso decidido e implacable que hizo
Franco del poder naval, activamente respaldado por Mussolini. Casi inmedia
tamente después de convertirse en Generalísimos en octubre de 1936, Franco
optó por una política vigorosa de asalto directo a la flota republicana, siempre
que hubiera ocasión de ello. Tenía una conciencia clara de la importancia de la
logística y del abastecimiento, y estaba decidido a hacer todo lo posible por cor
tar las fuentes republicanas de suministro de armas. Dada la pobreza inicial de
la armada nacional, Franco no pudo lanzar una ofensiva general contra la flota
republicana hasta el verano de 1937, cuando losj submarinos italianos y otras
unidades participaron en el ataque.           |
En cambio, la fuerza superior de la armada republicana se limitó de principio a fin a una estrategia en gran medida defensiva y pasiva. Desde finales de

1936 a finales de 1938, la flota y la mayor parte de la aviación estuvieron bajo el control directo de consejeros soviéticos, los cuales impusieron la cauta estrategia defensiva en boga entre las fuerzas navales y aéreas soviéticas, en aquel momento. Así, los nacionales dominaron en gran medida tanto el aire como el mar, gracias en parte a las técnicas más agresivas de las unidades alemanas e italianas que les ayudaban, y a la abierta itervención de la marina italiana en el Mediterráneo durante 1937-38. Aunque jnás tarde la marina británica actuó para proteger los cargamentos neutrales durante algún tiempo, los ataques italianos y nacionales hundieron cientos de barcos republicanos y extranjeros cargados con aprovisionamientos. Hacia finales de 1937, la Unión Soviética se negó a enviar más barcos de abastecimiento por el Mediterráneo, por lo que tuvo que hacer sus envíos a través de Francia.
Por todo esto, la guerra en el mar fue enseguida más desigual que en tierra. Tanto los republicanos como los nacionales comenzaron el conflicto con un acorazado cada uno, aunque los primeros contaban inicialmente con tres cruceros, mientras los segundos sólo tenían uno. Al final de la guerra ambos tenían tres. Los republicanos empezaron con una ventaja de 10 a 1 en destructores y de 12 a O en submarinos. Al final, la proporción era de 9 a 5 y de 6 a 3 respectivamente. El desarme naval republicano no consistió en la derrota y destrucción directa de sus buques de guerra (que rara vez participaron en combates importantes), sino en las pérdidas masivas ocasionadas a su flota de abastecimiento. El más completo estudio sobre la guerra civil española en el mar (del profesor Willard Frank), llega a la conclusión de que los republicanos perdieron 554 barcos de todo tipo -sólo un pequeño número de ellos era de guerra- de los cuales 144 se perdieron por la acción alemana e italiana (principalmente la italiana). Además, 106 buques extranjeros que transportaban abastecimientos para los republicanos fueron también hundidos, 75 por alemanes e italianos. Por el contrario, los nacionales sólo perdieron 31 barcos de todo tipo en la guerra, parece ser que 9 de ellos por la acción soviética.
Ha menudo se ha alegado que la conquista nacional de la zona republicana del norte fue el momento crucial de la guerra civil. Esto es probablemente cierto, especialmente si se tiene en cuenta que coincidió con la ofensiva naval conjunta de nacionales e italianos, que tan desastrosos efectos tuvo para los abastecimientos republicanos. En abril de 1937, los republicanos todavía disfrutaban de superioridad numérica en hombres, en total de unidades militares, en armas y material y en industria bélica. Al final de la conquista de la zona norte, seis meses más tarde, estas ventajas habían desaparecido en su mayoría.
El éxito de la estrategia nacional en 1937 apuntaba a una total deficiencia en el plan estratégico general de las fuerzas republicanas, las cuales tendían a confiar en una defensa relativamente pasiva, del mismo modo que tendían a dispersar los efectivos militares y los materiales disponibles a lo largo de un extenso perímetro defensivo. Frente a tal estrategia defensiva, fue mucho menos difícil para Franco concentrar sus unidades más fuertes en grandes grupos de ofensiva, disfrutando siempre de superioridad numérica al menos en el punto

de ataque, y de este modo pudo destrozar las unidades republicanas sector por sector. Por otro lado, la mayor parte de la línea defensiva de los nacionales estaba mucho menos guarnecida, mantenida por falangistas y milicianos voluntarios o por unidades secundarias del ejército regular.
La historia del sector principal del ejército popplar es esencialmente la historia de cuatro ofensivas-Brúñete, Belchite, Teruel y el Ebro- rematadas por la defensa de Valencia, que tuvo un éxito relativo, en 1938. La meta del ejército popular fue sobre todo crear un verdadero ejército ¿le maniobra, esto es, un grupo importante de cuerpos militares capaces de concertar una acción ofensiva. Durante casi un año los republicanos lucharon principalmente a la defensiva, siendo la primera ofensiva a gran escala la operación Brúñete, emprendida al norte de Madrid en 1937, seguida por la ofensiva de| Belchite, en Aragón, cuatro meses más tarde. Ninguna de las dos operaciones lo|gró un avance importante, y ambas fallaron en su intento de desviar a las tropas nacionales de la conquista del norte.
En los últimos meses de 1937, con las fuerzas republicanas ya desfallecien do, mientras aumentaban constantemente las del ejército nacional, la cuestión de recobrar la iniciativa estratégica se convirtió en un punto de vital importan cia para los mandos republicanos. Esto produjo la ofensiva de Teruel en diciembre de 1937. Aunque tampoco ésta logró un gi[an avance, consiguió capturar una capital de provincia, e indujo a Franco a abjandonar sus propios planes, en favor de una nueva ofensiva cerca de Guadalajara para aislar Madrid. A pesar de la derrota final de los republicanos en Teruel, en el transcurso de la con traofensiva franquista en enero y febrero de 1938, que dejó sus defensas grave mente debilitadas en Aragón -preparando el terreno para la espectacular ofensiva relámpago de Franco que le llevó hasta el marj- el ejército popular, a pesar de todo, consiguió reagruparse hacia mayo de 1938 y librar una obstinada campaña defensiva durante dos meses y medio, que impidió a los nacionales avanzar hasta Valencia.  I
Una de las mayores proezas militares republicanas durante la guerra fue la restauración del ejército popular, que tuvo lugar er| Cataluña durante la primavera y comienzos del verano de 1938. Ello representó la movilización de efectivos más extensa de toda la guerra; empezó en Cataljuña con el reclutamiento de los reemplazos de 1927. 1928 y 1942, seguidos al poco tiempo por los de 1923 hasta los de 1926 y. más tarde, por los reservistas] de 1919 hasta los de 1922. Esto hizo posible, una vez más. llenar las filas del ejército popular en el noroeste, aunque se hizo básicamente con jóvenes menor|es de veinte años y hombres entre los treinta y los cuarenta. En total se incorporaron casi 200.000 reclutas en la zona republicana. Esto fue acompañado po|r la reapertura oficial de la frontera con Francia, que aumentó enormemente bl caudal de armas nuevas y otros pertrechos, e hizo posible la creación de un n¡uevo ejército-el ejército del Ebro- que tomó la iniciativa en nombre de la República por última vez, con la ofensiva del 1 5 de julio de 1938. Aunque tampoco ésta vez lograron los republicanos un avance estrtégico. originó la batalla más larga y más sangrienta de toda la guerra civil -la llamada campaña del Ebro, que se prolongó de julio a noviembre de 1938-. En adelante ya no habría enfrentamientos importantes.
Es de todos sabido, que en la zona republicana los comunistas se arrogaron pronto la primacía de la lucha militar, denunciando a sus rivales revolucionarios de izquierdas por abandonar la guerra en favor de la política. Durante los primeros meses del conflicto, llenos de confusión y entusiasmo, las acusaciones de los comunistas tuvieron una considerable parte de verdad. Sin embargo, como hemos visto, el gobierno de Largo Caballero asumió rápidamente la iniciativa de organizar un ejército popular regular, no siendo ésta en su mayor parte una empresa comunista. El que los oficiales comunistas, se hicieran con el mando de una proporción tan grande de las unidades mejor preparadas del nuevo ejército, se debió, más que a ninguna otra cosa, al semimonopolio de armas y pertrechos de que disfrutaba la Unión Soviética, y a la dureza con que los consejeros soviéticos y los jefes comunistas españoles llevaron a cabo su política en el nuevo ejército. Los comunistas de todas partes daban primacía a la fuerza militar y, en este aspecto, el papel de los comunistas en España fue consecuente con las prioridades normales de los comunistas en otros lugares, pero cuando llegó el momento de elegir entre la influencia política comunista y la fuerza militar no comunista, estuvieron tan dispuestos a sacrificar la eficacia militar a la política, como lo habían estado socialistas y anarquistas. Este persistente conflicto interno fue, claro está, una de las claves que explican la debilidad del esfuerzo bélico republicano.
Está comunmente reconocido, por el contrario, que una de las principales contribuciones de Franco al triunfo nacional fue de carácter estrictamente político, esto es, el mantener la unidad política entre los nacionales, para poder concentrarse prioritariamente en las cuestiones militares. Por otro lado, las valoraciones que se han hecho de la calidad de su liderazgo militar han sido enormemente variadas: el coro de alabanzas surgido bajo su régimen le calificaba de genio, mientras sus detractores (entre los que se encontraba Mussolini), le negaban todo talento militar al margen de una simple mediocridad profesional. Evidentemente, la verdad se encuentra en el centro de estos dos extremos. Franco no era un genio militar, pero poseía ciertas cualidades muy positivas como jefe militar: era sereno, concienzudo y práctico, y dedicaba considerable atención a cuestiones fundamentales como el entrenamiento, la logística, los abastecimientos, las comunicaciones y el uso de la topografía. Su principal talento se encontraba en el ámbito de los asuntos técnicos y estructurales más prosaicos, pero no por eso menos básicos e importantes. Entendía escasamente la nueva tecnología per se, pero era capaz de integrarla, en la medida de lo posible, en su estrategia general.
Posiblemente, la dimensión más pobre de Franco fue la estratégica, porque tenía para ello poca imaginación y escasa aptitud. Sus inclinaciones personales se dirigían siempre hacia una preparación cuidadosa y movimientos prudentes, bien calculados e incluso, en ocasiones, cautos. Las jugadas innovadoras y los riesgos temerarios no formaban parte de su constitución psicológica. Por eso ha sido criticado incluso por alguno de sus lugartenientes principales, tanto como por sus más importantes aliados, por negarse a actu'ar con movimientos estratégicos arriesgados y decisivos, por ser demasiado cauteloso y preferir responder a la iniciativa enemiga. La innovación estratégica más decisiva del esfuerzo bélico nacional, la decisión de 1937 de abandonar la ofensiva del centro y liquidar la zona norte, parece haber sido trazada originalmente por su Jefe de Estado Mayor, Juan Vigón, que consiguió convencer a Franco de lo acertado de la misma.
Se dejaron pasar las oportunidades para una victoria rápida en septiembre de 1936, aunque entonces había dos posibilidades viables: una podría haber sido la de trasladar un considerable número de tropas a la zona de Mola (en una ocasión a principios de aquel mes, los dos ejércitos nacionales se llegaron a unir en el oeste), para atacar Madrid desde la posición avanzada de Mola al lado de la capital, mientras que la otra podría haber consistido en avanzar directamente sobre Madrid, durante la tercera y cuarta semanas de aquel mes, desentendiéndose del flanco sudoriental. Madrid estuvo más débilmente defendido durante septiembre que en octubre o noviembre, pero el golpe audaz no se intentó. En vez de esto, las fuerzas de Franco lucharon para ir ganando terreno pueblo a pueblo, a lo largo de un frente bastante extenso.
La decisión de Franco de cancelar la ofensiva sobre Madrid y Guadalajara en 1937, para responder al asalto republicano de l[eruel, fue muy criticada por sus consejeros alemanes e italianos, así como por algunos.de sus mandos. Críticas similares acompañaron su decisión de volverse hacia el sur en mayo de 1938, en una lenta ofensiva frontal contra Valencia, mientras Cataluña, mal defendida, podría haber sido ocupada como consecuencia directa del avance de los nacionales hasta el mar. En esta ocasión, pudo disuadir a Franco la posibilidad de un cambio en la política francesa, e incluso de una intervención de Francia, si ocupaba todo el noroeste hasta la frontera dorante las tensiones de aquel año previas a la cuestión de Munich. Sin embargo, de lo que hablaba más abiertamente era de prioridades económicas peculiarmeínte definidas: la falta de moneda extranjera para importar materia prima con que abastecer la industria catalana, si ésta llegaba a ser ocupada a corto plazo, fílente a la utilidad de los cítricos levantinos para mejorar la balanza de cambio.
La decisión de julio de 1938, de comprometer la mayor parte de sus recursos en la contraofensiva del Ebro fue igualmente criticada, llevando a Mussolini, al menos momentáneamente, casi a la desesperación!. Pero ni siquiera Franco dirigía la guerra con criterios exclusivamente militaras: buscaba las ventajas políticas y psicológicas casi tanto como las comunistas, y se negaba a dejar cualquier iniciativa o triunfo republicano sin contestación. La campaña del Ebro le costó al ejército nacional más muertes que ninguna otra (6.500 por lo menos), que Franco justificó alegando que una batalla importante de desgaste, favorecería una concentración de la potencia de fuego nacional. Esto era probablemente una verdad a medias, porque la proporción de bajbs fue mucho menos favorable para los nacionales de lo que se pretendió entonces, pero Franco tenía razón en un aspecto muy importante: la campaña del Ebro trituró lo que posiblemente fuera el sector más fuerte y más importante de lo que quedaba del ejército popular. Una vez destruido éste no pudo ser reconstruido, ni pudo recuperarse el ánimo republicano del precio que había tenido que pagar.
Cualquiera que sea el juicio que nos merece el liderazgo de Franco, o el comportamiento del ejército nacional en general, se ha sostenido a menudo que el factor decisivo en la victoria nacional no fue ni uno ni el otro, sino más bien la dicisiva contribución de la intervención extranjera. Después de cincuenta años, la magnitud exacta de esta intervención y su importancia para ambos bandos de la guerra civil, no ha podido calibrarse aún con absoluta precisión. Parece no caber duda de que la ayuda militar italiana y alemana a Franco fue muy superior en calidad de resultados, y ligeramente superior en cantidades absolutas, a la ayuda que de la Unión Soviética y de otros países recibió el Frente Popular. La cantidad de personal militar alemán en España era por lo menos el doble del soviético, mientras que los 70.000 soldados.italianos que había en la península en 1937, punto culminante de la participación italiana, excedían probablemente el número total de voluntarios de las Brigadas Internacionales, aunque el interbrigadista medio probablemente estuviese luchando en España durante un periodo de tiempo más largo.
Después de la guerra civil, los republicanos no comunistas se quejaron, en ocasiones, de que el esfuerzo republicano había quedado lastrado por el hecho de que la Unión Soviética enviara predominantemente armas viejas y anticuadas. Sin embargo, la evidencia de que disponemos no parece corroborar este argumento. Es cierto que parte del equipamiento utilizado por ambos lados era anticuado, pero la Unión Soviética también envió algunas de sus armas más modernas. Los únicos tanques del calibre utilizado en la li Guerra Mundial, que prestaron servicio en ambos lados, eran el último modelo de tanques del Ejército Rojo enviados por Moscú. De modo similar, los aviones caza de gran velocidad que llegaron de la Unión Soviética en octubre de 1936, eran superiores a cualquier otro de los enviados por Alemania o Italia, hasta la aparición de los Messerschmitts algún tiempo después. Incluso se enviaron modelos más nuevos y recientes de cazas soviéticos (los «Supermoscas») en 1938.
Su utilización y eficacia era otra cuestión. Por lo que a esto se refiere el equipo alemán e italiano, ya estuviera manejado por alemanes, italianos o españoles, generalmente sobrepasaba en rendimiento al soviético, tanto si éste era utilizado por rusos como por españoles. En parte, esto se debía a las tímidas tácticas defensivas impuestas por los consejeros soviéticos. Incluso el ejército italiano y las tropas de la milicia, que en general no han gozado de muy buena reputación, actuaron, en su mayoría, moderadamente bien. Su índice de bajas fue ligeramente inferior al, aproximadamente, seis por ciento de muertos del ejército nacional en conjunto. La artillería italiana jugó un papel importante, del mismo modo que la ayuda de la Legión Cóndor alemana fue vital para varias de las ofensivas clave de Franco.

La característica primordial de la guerra española, tanto política como militarmente hablando, consistió en ser frecuentementje presentada como el reflejo o la representación de algo distinto de lo que realmente era..
Esencialmente fue un conflicto revolucionario/contrarrevolucionario, pero se le hizo una insistente propaganda como una lucha entre «fascismo y «democracia». Las representaciones políticas falsas, tuvieron su contrapartida en conclusiones militares falsas, engañosas o incompletas. Así, por ejemplo[ se ha exagerado considerablemente la experimentación militar que supuestamente se llevó a cabo y/o las lecciones que de ella derivaron. Las tácticas y el material constituían, de hecho, una mezcla única de la primera y segunda guerras mundiales. Ambas partes tuvieron la oportunidad de introducir una variedad de innovaciones menores -tales como las nuevas armas de disparo más rápido- pero éstas no tuvieron, en su mayoría, dimensión revolucionaria. En realidad, las conclusiones que sacaron los teóricos de otros ejércitos europeos fueron a menudo, posiblemente más erróneas e inapropiadas que pertinentes y útiles para los propósitos de la II Guerra Mundial.
Los alemanes fueron los que más se beneficiaron, pero incluso ellos sólo sacaron un provecho parcial. El factor más significativo, demostrado en España, fue la eficacia de la táctica alemana de apoyo aéreo, primero en la conquista de Vizcaya y, después en las campañas de mayor envergadura del noroeste, a lo largo de 1938. Irónicamente, a pesar de las acusaciones republicanas sobre Guernica, la conclusión a la que llegó la Luftwaffe\ fue que el bombardeo estratégico de ciudades e industrias merecía mucha mehor atención que el bombardeo táctico en apoyo de operaciones de tierra. Aunque ésta fuera una conclusión perfectamente válida, sacada de la experiencia española, estableció una prioridad que costaría cara al esfuerzo bélico alemán a partir del otoño de 1940, cuando la Luftwaffe se encontró con que el ala estratégica de su fuerza aérea estaba poco desarrollada. En contra de los rumores al respecto, el Blitzkrieg alemán nunca se probó en España. No hubo producción en masa de tanques alemanes de calidad adecuada hasta prácticamente el final de la guerra, y casi ninguno estuvo disponible para poder ser enviado a España. La aviación fue mucho más importante que los vehículos blindados para apoyar el avance de los nacionales.
Italia, la potencia más comprometida con la lucha española, no consiguió beneficiarse de ella militarmente. Esto no fue debiido, como se ha alegado a veces, a que los suministros militares italianos se vieran seriamente disminuidos por los envíos a España. La mayor parte del material italiano enviado a España, si bien adecuado dentro del contexto tecnológico algo anticuado de la guerra española, resultaba pasado y de poco valor para un cómbate como el desarrollado en la II Guerra Mundial y, por otro lado, el volumen en que se suministró dicho material no fue tan grande como para poner serianjiente a prueba la producción de la industria italiana. Más bien ocurrió lo contrario: el carácter parcialmente anacrónico de la guerra española, junto con el rendimiento relativamente superior de las tropas nacionales equipadas con armak italianas, adormeció en un falso sentido de complacencia a la jefatura italiana, que nunca hizo planes ni se preparó seriamente para la participación en una guerra mundial. Incluso el desaliento de su mal equipada infantería, frente a los tanques soviéticos en Gua-dalajara, les causó escasa impresión.
Tampoco demostraron mayor sagacidad para aprender del conflicto español los jefes militares soviéticos. Aunque se percataron de la importancia de incrementar sus carros blindados, ya habían tomado una decisión en este sentido con anterioridad, mientras que, por otro lado, la utilidad limitada de los vehículos blindados en España, Jes convenció de que una táctica de dispersión de las unidades de infantería -algo diametralmente opuesto al Blitzkrieg de blindados alemán- sería la táctica apropiada para una guerra europea. Del mismo modo, el desastroso fracaso de las tácticas aéreas soviéticas en España -que favorecerían el «combate en grifpo» y la defensiva frente a las tácticas individuales y la ofensiva- produjo escasos cambios en sus planteamientos hasta mucho después de empezada la guerra, en 1941.
Después de 1939, estuvo en boga referirse a la guerra española como el «asalto inicial» de la segunda guerra europea, o emplear algún concepto equivalente, pero la exactitud de esta interpretación es muy dudosa y de limitada utilidad, excepto para propósitos de propaganda política. Incluso podría tener más sentido dar la vuelta a la proposición y concluir que el conflicto español fue en realidad el último asalljo, y el más radical, de la primera guerra mundial. La desintegración revolucionaría de las instituciones en España, no tuvo equivalente en ningún otro lugar de Europa durante los últimos años treinta, pero fue en sus aspectos clave análoga a la descomposición revolucionaria de las instituciones, ocurrida en numerosos países de Europa Central y Oriental entre 1917 y 1920 -o al menos ese fue el argumento de los propios revolucionarios españoles en 1934-36-. La radicalización y el colapso ocurrieron más tarde en España, porque ésta no había estado implicada en la I Guerra Mundial; al faltar el estímulo generado por las tensiones de un ambiente de guerra, junto a la movilización masiva concominante, los procesos de esta índole tardaron más en desarrollarse, dado el contexto estrictamente doméstico y de paz. Como guerra civil revolucionaria/contrarrevolucionaria -lo que en esencia fue el conflicto español- era directamente análoga a las luchas ocurridas después de la i Guerra Mundial en Rusia, Hungría y el área del Báltico, e incluso hasta cierto punto en Alemania. No hubo nada equivalente a esto durante los primeros asaltos de la II Guerra Mundial, aunque ciertas pautas de acción similares comenzaron a aparecer en Yugoslavia en 1941. De igual modo, la creación de un ejército revolucionario o popular, acompañado por la exacerbación del nacionalismo en oposición a él, fue un producto de la I Guerra Mundial, y no típico de las fases iniciales de la II Guerra Mundial en Europa. Incluso en el empleo de tácticas y material militar, el conflicto español fue tanto reflejo de la I Guerra Mundial como de su sucesora, con lalprincipal excepción del uso más sofisticado de la fuerza aérea. Como foco de atención e intervención internacional, la guerra española indudablemente contribuyó a la dinámica de los asuntos internacionales, pero no constituyó una preocupación crucial para ninguna de las grandes potencias, excepto quizá para Italia, en la medida en que se la pudiera considerar corno una gran potencia. La guerra española proprocionó la ocasión original para la creación del eje Roma-Berlín en octubre de 1936, sin embargo, el Eje no participó conjuntamente en el comienzo de la guerra europea, conflicto mucho más amplio, en 1939. Por lo que respecta a la izquierda, la guerra española representó un intento de formación de una especie de Frente Popular Internacional, dirigido en parte por la Unión Soviética, pero esto resultó ser un fracaso total. Hitler solo inició la II Guerra Mundial después que Stalin hubiera invertido por completo la política en la que se basó, al menos en teoría, la intervención soviética en España. Stalin, en vez de oponerse a Hitler, llegó a un acuerdo directo con él, para una división del poder que haría posible una guerra europea de mayor extensión. Esto es, la II Guerra Mundial sólo pudo comenzar cuando se invirtieron las alianzas de la guerra civil española. La primera fase, puramente europea, de la II Guerra Mundial, fue posible gracias a la alianza de dos imperialismos revolucionarios rivales -el nazi y el soviético- contra las democracias occidentales y los estados menores. No sólo los dos imperialismos revolucionarios habían apoyado a lados opuestos en España, sino que, además, la democracia, en su sentido occidental, nunca había sido un elemento por el que luchar. Fue rechazada por Franco y los nacionales desde el principio, mientras que la coalición pluralista del revolucionario Frente Popular, que gobernaba en la zona de la República, sólo utilizó la democracia occidental como artículo de propaganda internacional.
Como, con todo acierto, observó Raymond Arón en sus Memorias, la única parte de la II Guerra Mundial que el conflicto español, hasta cierto punto, presagió o anticipó, fue la lucha que comenzó en julio de 1941 cuando Hitler atacó la Unión Soviética. Por eso el régimen de Franco envió voluntarios al frente ruso, mientras permanecía neutral o no beligerante en otras cuestiones de la guerra, que atañían a potencias con las que no había tenido un enfrentamiento directo. Después de 1941, el conflicto, ya realmerjte mundial tras la intervención japonesa y americana, ni reflejó de modo evidente la guerra española, ni constituyó un enfrentamiento auténtico entre el fascismo y la democracia. Japón, por ejemplo, mantuvo su sistema constitucional anterior a la guerra relativamente inalterado a lo largo de todo el conflicto^ mientras que la alianza an-glo-américo-soviética, a todas luces, no se basaba en un denominador común democrático. En último término, lo que estuvo en juego en la conflagración mundial, fue un conflicto de poder entre las potencias mundiales establecidas y los nuevos y radicales imperialismos nacionales de^ las naciones tripartitas, que fueron totalmente derrotadas.
S.G.P.*
* Catedrático de Historia. Madison (Wisconsin). USA.